Terminó la historia. El comisionado Rob Manfred dio a conocer su informe sobre la segunda parte del escándalo por el robo ilegal de señas en las Grandes Ligas. A comienzos de año castigó a los Astros de Houston. Tocó ahora a los Medias Rojas de Boston.
Caso cerrado. Pero ¿en verdad el caso quedó resuelto?
Manfred fue duro con Houston. El reporte acerca de lo sucedido en el Minute Maid Park detalló la forma en que los texanos contravinieron las normas. Al utilizar tecnología para decodificar la comunicación de sus rivales, transgredieron reglas que el propio comisionado había reforzado no mucho tiempo atrás.
Supimos cómo ocurrió todo. Cómo captaban las señales del receptor, cómo informaban a los bateadores sobre el tipo de pitcheo que vendría. Cuándo lo hicieron, quiénes lo pensaron, quiénes debían evitarlo y no intervinieron.
Quizás por eso hubo, en general, cierto sinsabor con los castigos. Que no fueron poca cosa, por cierto, aunque pudo ser más.
Al manager A.J. Hinch y al gerente general Jeff Luhnow quizás nadie vuelva a contratarles. Ambos fueron suspendidos por todo 2020. La multa de 5 millones de dólares es la máxima que puede aplicarse en las Mayores para una divisa. Perder las dos primeras escogencias en el draft colegial por dos años seguidos equivale a dejar de contratar talentos potencialmente comparables a Carlos Correa, Alex Bregman y George Springer, salidos todos de esa selección inicial en el sorteo.
Puesto que la trampa sucedió a todo lo largo de 2017 y parte de 2018, algunos pedían más. Hubo peloteros y estrellas de la vieja guardia que exigieron suspensiones de jugadores, o que al menos les fueran retirados el trofeo y el dinero ganado en la Serie Mundial.
Carlos Beltrán y Alex Cora perdieron sus puestos como pilotos en Nueva York y Boston como una consecuencia adicional. Manfred no pidió sus cabezas. Pero tanto los Mets como los Medias Rojas consideraron engorroso que se mantuvieran como estrategas, luego de ser señalados en el informe como cerebros e instigadores de la ilegalidad.
Ahora nos dice el ejecutivo que los patirrojos también violaron las reglas, pero no tanto. Que usaron tecnología para prever qué harían sus contrincantes, pero, y esto sorprende, supuestamente no ocurrió de manera sistemática. Que se hizo en un porcentaje relativamente bajo de las jugadas y ningún nombre importante estuvo involucrado.
Por lo ocurrido en el Fenway Park únicamente es suspendido por un año un empleado de segundo rango, a cargo del cuarto de videos. El entonces gerente general Dave Dombrowski queda limpio, a pesar de que a su colega Luhnow no se le castigó por saber de la trama, que supuestamente no la conocía, sino porque debido a su cargo estaba obligado a saberlo e impedirlo. ¿Y Dombrowski no?
Cora también es sancionado por todo 2020 en este segundo reporte, pero asombrosamente no lo es por este caso, sino por lo que hizo en Houston. Otra sorpresa. ¿Por qué, si era necesario reprenderlo, no fue reprendido aquella vez junto a Hinch y compañía? ¿Por qué hora y no por este caso?
La tropa bostoniana pierde su segunda escogencia en el draft de este año. Es un golpe importante. Pero el único. Ciertamente no se compara con lo que deben sufrir los Astros. Si en el caso de los siderales hubo quienes creyeran que Manfred fue blando, la crítica hacia la pena de los Medias Rojas debiera ser mayor.
Pareciera que la reacción del comisionado hubiera sido consecuente con el trabajo de los medios de comunicación. Fue la prensa estadounidense la que develó el escándalo, a partir de las declaraciones de Mike Fiers, a finales de 2019. Fue el periodismo quien dio detalles, hizo denuncias y reveló novedades respecto a los campeones de 2017. Pero sobre los campeones de 2018 casi nada se dijo, así que la MLB muy probablemente ejerció un rol de control de daños.
La demora de dos meses en la publicación de la investigación no se justifica con lo poco que supuestamente se halló. Es como si Manfred no quisiera seguir sobre el tema. Lo peor es que fue otro escándalo previo con los de Nueva Inglaterra, usando tecnología para aprovecharse ilícitamente en una serie contra los Yanquis, lo que llevó a la Gran Carpa a reafirmar su prohibición.
Así que Boston robó señas, pero no tanto como Houston. A Cora hay que castigarlo, pero por el mismo caso que ya estaba cerrado y en el que no había sido amonestado. La organización no actuó de manera antiética, sino que un operador de videos actuó como llanero solitario. Lo que pasó queda atrás y ambas novenas mantienen sus logros en la Serie Mundial.
Terminó la historia. Y quizás ya sea caso cerrado. Los culpables se van sin pagar la cuenta completa. De hecho, casi nadie paga por este engorroso episodio. Y si no es caso resuelto, parece que ya no importa. Lo que sí importa, viendo los hechos, es terminar ya de pasar la página, que en las 30 organizaciones tengan claro que algo así no debe repetirse y que de esto es mejor no volver a hablar jamás.
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Columna publicada en ElNacional.com, el sábado 25 de abril de 2020.