El Emergente
Por Ignacio Serrano
Fueron 22 las academias que montaron en Venezuela los equipos de Grandes Ligas. Era el mejor momento de la Venezuelan Summer League, hace 15 años.
Una verdadera industria crecía pujante en el centro del país, alimentando la ilusión de jóvenes deportistas y sus familias humildes, generando trabajo productivo y creando empleos indirectos que entrelazaban este proyecto con las comunidades donde estaban basadas.
No sólo eran los treinta y tantos peloteros que tenían contrato y daban sus primeros pasos. No sólo era la base amplísima de la pirámide del desarrollo, que hoy ha terminado de resquebrajarse con la la marcha de los Cachorros de Chicago, la cancelación de la Summer League y la mudanza de las últimas academias que seguían aquí.
Son también las decenas de jugadores que no poseen tanto talento aparente a los 15 o 16 años de edad, muchachos más delgados o bajitos que el promedio, pero con aptitudes latentes a la espera de una mirada más detallada que esa que se posa a veces en la pistola del scout.
Esas decenas que cada año no forman parte de la hornada de prospectos han dado muchísimas figuras al beisbol y al orgullo nacional.
MLB dio permiso para que en las academias practicaran durante un mes, sin contrato, esos adolescentes que aparentemente no tenían herramientas para estar en la élite. Y eso permitía experimentar, probar pacientemente, buscar alternativas que hoy han desaparecido casi del todo.
¿Es un catcher que batea a la zurda, pero con una mecánica limitada detrás de plato? Busquemos el modo de aprovechar ese bate, tal vez convirtiéndolo en infielder.
¿Es demasiado bajito para creer que podrá triunfar? Vamos a darle el chance de mostrar su valía en la Summer League.
¿No tiene ninguna herramienta excepcional, pero trabaja duro y tiene ese algo que hace pensar que podría lograrlo, con suerte y esfuerzo? Démosle la ocasión de demostrarlo en nuestras instalaciones, a un costo mínimo.
Así fue como se colaron en el beisbol profesional Luis Valbuena, José Altuve y Magglio Ordóñez. Tres casos entre muchos. Porque la lista podría crecer con los Marco Scutaro, los Sergio Escalona, los tantísimos bigleaguers que no habrían conseguido el boleto para ir a las ligas menores del norte si no les hubieran abierto la puerta de las academias.
Y el trabajo que pierden los coaches e instructores de esas 18 organizaciones que decidieron marcharse, debido a la enorme inseguridad personal, que nos afecta a todos, y a la escasez, y a la aparentemente interminable crisis.
Y los trabajos que no se crearon, porque las demás organizaciones, que en total son 30, detuvieron sus planes de venir a Venezuela para iniciar un proyecto también.
Y los empleados que arreglaban los terrenos, cuidaban los clubhouses y limpiaban las instalaciones.
Y las familias que vivían de cocinar para las 40 o 50 bocas que debían comer tres veces al día, todos los días del año.
Y los trabajadores que ofrecían servicios por su cuenta o estaban empleados por empresas y emprendimientos que atendían los requerimientos de las academias.
Todo eso se ha ido perdiendo a jirones con este progresivo deterioro social que sufrimos. Y ahora se pierde más, con cancelación de la Venezuelan Summer League.
Cuántas tristezas para llevar en el corazón.
Publicado en El Nacional, el domingo 24 de enero de 2015.