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Dopaje, hormonas femeninas, A-Rod y algunos asuntos más

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El Emergente
Por Ignacio Serrano

El dopaje es un tema complicado. Tanto es así, que esta semana un pelotero venezolano fue suspendido por 80 juegos debido al consumo de hormonas femeninas.

¿Cómo podría desarrollar mayor fuerza o resistencia física un atleta que toma una droga que sirve para estimular la ovulación?

¿Cómo eso puede ayudar a dar más jonrones, a sentir menos cansancio, a fortalecer los músculos?

Manny Ramírez sabe la respuesta. Fue sorprendido dos veces en su carrera y la primera ocurrió por consumo de gonadotropina coriónica humana, una hormona femenina que el cuerpo de la mujer produce durante el embarazo.

El ex toletero justificó la presencia de esa sustancia con una excusa estrambótica: supuestamente se había sometido a tratamiento para embarazar a su compañera y de allí la irregularidad.

Esto, por supuesto, era falso. Pero hay un problema crónico en el beisbol respecto al dopaje: la tremenda desinformación que tiene la comunidad beisbolera sobre este tema, desde aficionados hasta periodistas y peloteros.

Tal desinformación es causa o consecuencia, difícil es precisarlo, de una actitud laxa, de la indiferencia que existe mayoritariamente por lo relacionado con el tema.

Las hormonas femeninas son usadas por atletas varones sometidos a intenso uso de esteroides, es decir, de testosterona sintética. Los testículos dejan de producir testosterona, ante la invasión de hormonas masculinas, y para volver a disparar su normal funcionamiento requieren de un shock de estrógenos.

La gonadotropina coriónica humana también era usada para producir músculo, pues tiene un efecto similar al de la hormona de crecimiento humano. En hombres no se buscaba su consumo, hasta que quedó claro su papel en el mundo de la trampa.

El joven receptor venezolano que esta semana dio positivo por clomifeno posiblemente estaba completando la fase final de consumo y necesitaba hacer que su cuerpo recuperara el funcionamiento normal.

Puede parecer curioso que todavía existan peloteros dispuestos a arriesgar su nombre con químicos prohibidos. En realidad, el sistema ha endurecido los castigos y su cobertura, pero todavía presenta agujeros por donde es posible colarse, y hay demasiado dinero de por medio, demasiada fama, demasiado ego.

Todo pelotero debería ser sometido varias veces a exámenes de sangre para detectar el posible uso de la hormona de crecimiento. Esta no aparece en la orina y es la nueva vía para incrementar el rendimiento sin recurrir a los esteroides. 

Es más fácil usar la HGH sin ser descubierto. Se accede a ella sin complicación. Además, sólo se llevan a cabo 400 exámenes al azar buscando específicamente esa sustancia, menos de uno por cada dos grandeligas al año, en promedio.

Comparemos eso con el atletismo, por ejemplo: en una competencia de carácter internacional, todos los medallistas y un no medallista por cada prueba se someten a la detección. Es como si los primeros tres en cada categoría del pitcheo y el bateo estuvieran obligados a examinarse, sin excepción. Nada parecido a eso existe en la pelota.

El deporte federado pone énfasis hoy en las pruebas por sorpresa fuera de temporada. En la MLB se han incrementado, pero únicamente son 350, por las limitaciones impuestas por la Asociación de Peloteros. Significa que casi 60 por ciento de los bigleaguers no pasa por los despistajes, precisamente en el momento en que trabajan (algunos lícitamente, otros no) para crear el músculo que emplearán en la campaña siguiente.

Por eso es perfectamente posible que alguien como Alex Rodríguez haya vuelto a incurrir en el consumo, sin ser detectado. Le bastaba con empezar a hacerlo después de la última prueba, y parar poco después, a tiempo de limpiar su cuerpo antes de una nueva toma.

También es posible que por fin decidiera jugar limpio, sólo que el haber sido parte de anteriores escándalos hace que, como sucede con Alex Cabrera en Venezuela, sus jonrones con más de 40 años de edad estén bajo sospecha, quizás injustamente. Es la dolorosa historia que le acompañará para siempre: le será imposible convencer a todos de que se reivindicó de pasados yerros.

A-Rod no habría recibido esta tercera oportunidad en el ciclismo, el atletismo o la natación.

La UCI y el Tour de Francia ni siquiera se plantearon como dilema el borrar o no el nombre de Lance Armstrong de la historia de esa competencia. Con naturalidad, dieron la respuesta a quienes defienden a Rodríguez o Barry Bonds, sus marcas y registros: el cuadro de honor en los años dorados de Armstrong aparece hoy en blanco, desierto, vacío, como vacío de gloria quedó el estadounidense cuando, ya retirado, se descubrió su fraude descomunal.

Versión ampliada de lo publicado en El Nacional, el jueves 17 de septiembre de 2015.

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