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Corren nuevos tiempos para el beisbol venezolano

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El Emergente
Por Ignacio Serrano

Max Ramírez vive en Florida y necesita cobrar en dólares
Academias que se han ido de Venezuela. Organizaciones que se han alejado de sus antiguos socios de la LVBP. Importados habituales que han decidido no repetir. Escuadras de Grandes Ligas que recomiendan a los suyos no participar en el campeonato 2015-2016 de la pelota local.

El torneo que está por comenzar puede resultar el más complejo y cuesta arriba desde el nacimiento del circuito, en 1946.

A todo lo expuesto en la columna de este viernes hay que añadir un asunto aún más grave: la posible ausencia de varias figuras nativas, esas que suelen ser los verdaderos protagonistas de este beisbol.

Algunos peloteros todavía no han decidido si actuarán. Otros posiblemente no den noticia y simplemente permanezcan fuera del país. Los incentivos para jugar no son los mismos de antes.

Maximiliano Ramírez y el prospecto Robert Suárez sonaron la primera campanada. Tenían la posibilidad de jugar desde octubre acá. En cambio, aprovecharon que eran agentes libres y optaron por firmar en México.

Ramírez y Suárez cobrarán en pesos por jugar en tierra azteca, no en bolívares. Y en casi todos los países del mundo, al no existir control de cambio, eso significa cobrar en dólares.

El primero vive en Florida con su esposa e hijos. Necesita que su salario le sea pagado en moneda libremente convertible. El segundo está dando sus primeros pasos, pero sabe que la diferencia entre una y otra divisa es abrumadora.

Vaya este ejemplo: la Asociación Única de Peloteros Profesionales de Venezuela ha presentado un proyecto de contrato colectivo que incluye un salario de 15.000 bolívares fuertes para un novato. Suárez es recluta. Y si bien ese monto es casi tres veces el salario mínimo nacional, se diluye por completo al dividirlo por la tasa —buena o mala— que se usa en la calle.

Varios peloteros criollos han solicitado que sus contratos sean pagados en dólares. No es posible hacerlo. Sería un ilícito cambiario, de acuerdo con la ley vigente, y los ingresos de los clubes, cada vez más mermados ante la crisis o el cierre de antiguas empresas patrocinadoras, se producen en bolívares.

Algunos jugadores han manifestado discretamente que no saben si se reportarán. Ya la inseguridad era un problema considerable. El secuestro que sufrió Wilson Ramos terminó de convencer a los bigleaguers sobre la necesidad de ir a todos lados con la protección de guardaespaldas. La crisis económica ha agravado los escollos.

El pelotero mejor pagado en la LVBP hace tres temporadas tenía un salario un poco superior a los 400.000 bolívares mensuales. Era un caso excepcional. Se trataba de un grandeliga establecido, figura en la MLB.

Aquel ingreso excepcional de hace dos años y medio podía cambiarse en el mercado no autorizado de divisas y dejar al toletero en cuestión con unos 60.000 dólares en su cuenta. Hoy, esa misma cantidad en ese mismo mercado no autorizado equivale a menos de 600 dólares.

Es fácil entender a los jugadores. El sueldo mínimo en la gran carpa supera el medio millón de dólares. Los venezolanos que menos tiempo pasarán arriba esta temporada recibirán entre 50.000 y 100.000. No necesitan lo que pueda pagarles la pelota local. ¿Jugarán? Si lo hacen, no será por obligación.

Esa es la dura realidad a la que se enfrenta la LVBP.

Publicado en El Nacional, el sábado 5 de septiembre de 2015.

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