El Emergente
Por Ignacio Serrano
Jack Zduriencik fue despedido por los Marineros. Ya le tocaba. En su trayectoria al frente del equipo, desperdició su buena reputación, ganada en las granjas de equipos como Pittsburgh y Milwaukee, cerrando con 505 ganados y 595 derrotas. Un récord pavoroso.
No pudo enderezar el camino que torció Bill Bavasi. Mala suerte la de Seattle, que alguna vez fue contendor en el oeste de la Liga Americana, a las órdenes del legendario Pat Gillick.
A Bavasi se le recuerda por firmas como la de Carlos Silva, que endeudó el presupuesto anual con peloteros que no produjeron. A Zduriencik, ¿por qué se le recordará?
Perdió la oportunidad de modernizar su organización y apoyarse más en el nuevo análisis, sin descuidar el escauteo, su área favorita. Otras divisas se ayudan de una u otra manera con los preceptos que desde hace más de 40 años defiende eso que en líneas gruesas se llama sabermetría. No se trata de olvidar el pasado. Es que quien no incorpore esas herramientas, cede ventaja.
A Zduriencik le recordaremos en Venezuela por otros motivos, si es que deja memoria en estos pagos.
Los Marineros, gracias a Gillick, establecieron lazos profundos con la LVBP a través de los Cardenales de Lara. El veterano ejecutivo sacó provecho de ello cuando dirigió a los Azulejos, sellando un primer pacto con los larenses —fructífero pacto—. De ambos acuerdos se beneficiaron en el norte y en nuestro país.
A Zduriencik, en cambio, no deben quererle bien en Barquisimeto ni en el centro de esta república beisbolera. Dejó enfriar el lazo con los larenses y su última medida fue trasladar la academia de Seattle a República Dominicana, en mayo. Triste despedida.
Es una de las señales negativas que han ido llegando desde la MLB, desde que los Astros, al comando de Tim Purpura y luego Ed Wade, decidieron mirar en otra dirección y finalmente sacar su emblemática academia de aquí. Jeff Luhnow, finalmente, llegó para empezar a revertir aquella tendencia.
En estos días han sido repetidas las muestras de desafecto. Las circunstancias son otras.
Lo que en Bavasi o Purpura era falta de visión, hoy probablemente está influido por los vientos de guerra que algunos soplan en la frontera con Colombia, la tremenda inseguridad personal que nos amenaza y la escasez de productos de primera necesidad, que afecta al pueblo llano, ese que menos tiene, y también a quien desea emprender un proyecto, como una academia de beisbol.
Eduardo Pérez, manager de los Tigres de Aragua, se quejaba de eso este jueves, al hablar con el periodista Carlos Valmore Rodríguez por Deportes Unión Radio. No le gustó que sus Bravos, la novena donde es coach de bullpen, sugiriera a sus peloteros que se abstuvieran de venir a la LVBP.
Poco a poco han surgido nombres de importados habituales de este circuito que incluso han aceptado salarios inferiores en otras ligas, en lugar de repetir. Jarret Grube, Jamie Romak, Michael Broadway, Lew Ford y Mark Minicozzi son algunos ejemplos.
No todos faltarán por reticencia. Pero esa es la causa por la que varios de ellos no vendrán.
No sorprende que los Cardenales nutran ahora su importación con cubanos o brasileros, lejos ya de Seattle, o que los Tiburones hayan ido hasta Italia en busca de un lanzador.
Los malos tiempos pasarán. Pero mientras eso ocurre, todos están obligados a adaptarse a las nuevas reglas del juego.
Ignacion Serrano
Publicado en El Nacional, el viernes 4 de septiembre de 2015.