El Emergente
Ignacio Serrano
Una pregunta recurrente aparece en las conversaciones de los aficionados venezolanos por estos días. ¿Ganó Francisco Rodríguez un lugar en el Salón de la Fama, con sus 400 salvados?
Pongamos a un lado el balance propio del caraqueño y veamos qué ha pasado con los seis monticulistas que han conseguido al menos 400 rescates en las Grandes Ligas.
Ninguno tiene una placa en Cooperstown. Ninguno. Eso obliga a plantear otra interrogante:¿nada ha hecho hasta ahora el Kid, en términos de inmortalidad?
No necesariamente. Dos de los cinco miembros del club de los 400 van a ganar su placa en breve.
Nadie duda de la candidatura de Mariano Rivera, el líder de todos los tiempos, y Trevor Hoffman también debe entrar al pabellón, con sus 601 salvamentos. Uno no ha aparecido en las planillas. El segundo sacó 67 por ciento en su primera aparición.
Nadie duda de la candidatura de Mariano Rivera, el líder de todos los tiempos, y Trevor Hoffman también debe entrar al pabellón, con sus 601 salvamentos. Uno no ha aparecido en las planillas. El segundo sacó 67 por ciento en su primera aparición.
Algunos relevistas con menos de 400 triunfos preservados sí entraron al pabellón, como Dennis Eckersley, Bruce Sutter, Rollie Fingers y Rich Gossage. Mostraron dominio excepcional en su tiempo. Pero estamos enfocados en quienes superaron las cuatro centenas, especialmente porque los tiempos modernos cambiaron el papel de los apagafuegos.
Sutter, Fingers y Gossage lanzaban más de un inning por salida, a menudo tres. El único serpentinero que ha entrado al Salón de la Fama a pesar de lanzar en la era en que los cerrojos trabajan sólo una entrada por noche es Eckersley. ¿Qué ha pasado con los demás?
Rivera y Hoffman van a romper la tendencia. Son reconocidos como los mejores cerrojos de su era, y el primero lo hizo a la vieja usanza, tirando a menudo más de un episodio por duelo.
John Franco, en cambio, no pudo entrar al templo de las leyendas; Lee Smith está por tirar la toalla y Billy Wagner apenas comienza su período de elegibilidad.
John Franco, en cambio, no pudo entrar al templo de las leyendas; Lee Smith está por tirar la toalla y Billy Wagner apenas comienza su período de elegibilidad.
Franco salvó 424, pero apenas fue llevado a cuatro juegos de estrellas y únicamente dos veces recibió votos para el premio al Jugador Más Valioso. No fue un ponchador y no es uno de los bomberos más recordados de su tiempo. Fue muy consistente. Y durable: apareció en 21 temporadas. Se despidió con 2.89 de efectividad, 38 por ciento mejor que la media de su tiempo.
Casi nadie dará su nombre cuando alguien pregunte por el mejor cerrojo de su época, sin embargo. Y esa discreción explica en buena medida que no haya logrado el ticket a la inmortalidad: le faltó ser un verdadero número uno en su oficio, aunque de tanto jugar, y porque era bueno en lo suyo, logró cifras importantes.
Casi nadie dará su nombre cuando alguien pregunte por el mejor cerrojo de su época, sin embargo. Y esa discreción explica en buena medida que no haya logrado el ticket a la inmortalidad: le faltó ser un verdadero número uno en su oficio, aunque de tanto jugar, y porque era bueno en lo suyo, logró cifras importantes.
Wagner llegó a 422, pero se retiró a los 38 años de edad porque, dijo, deseaba pasar más tiempo con su familia. Sus registros son brillantes. Su efectividad ajustada es 87 por ciento superior a la media, se despidió con 2.21 de promedio y ponchó a 11,9 rivales por cada nueve episodios.
El zurdo tiene números superiores a Hoffman, en cuanto a dominio, pero sólo sacó 10 por ciento de los votos esta vez, contra 67 por ciento de su colega.
Quizás si hubiera seguido hasta más allá de los 40 años (colgó los spikes cuando tenía 38), Wagner tendría un caso más sólido. Es significativo que en su torneo de despedida preservó 37 victorias y tuvo un brillante promedio de carreras limpias de 1.43, mejor incluso que Mariano en su adiós. Sin embargo, prefirió ir a casa y pasar un tiempo de calidad con su esposa e hijos, antes que asegurar su boleto a Cooperstown.
Quizás si hubiera seguido hasta más allá de los 40 años (colgó los spikes cuando tenía 38), Wagner tendría un caso más sólido. Es significativo que en su torneo de despedida preservó 37 victorias y tuvo un brillante promedio de carreras limpias de 1.43, mejor incluso que Mariano en su adiós. Sin embargo, prefirió ir a casa y pasar un tiempo de calidad con su esposa e hijos, antes que asegurar su boleto a Cooperstown.
Smith tiene la peor efectividad de todos, con 3.03, y menos de un ponche por inning. Cosas así han influido decisivamente en su candidatura. Sus registros, pese a reunir 478 salvamentos, están por debajo de los numeritos de Rivera, Hoffman, Franco, Wagner y hasta el Kid. Él es el caso más claro de que no basta con salvar mucho para entrar al Salón de la Fama, aunque sí llegó a tener gran fama en su momento más alto.
Este recorrido deja algo claro: pareciera que los relevistas de la época actual, esos que sólo lanzan un inning por juego, necesitan abrumar a los votantes con aludes de ponches, efectividades microscópicas o seis centenares de salvados, para así recibir el reconocimiento que el nuevo análisis le escatima hoy a los rescates.
Este recorrido deja algo claro: pareciera que los relevistas de la época actual, esos que sólo lanzan un inning por juego, necesitan abrumar a los votantes con aludes de ponches, efectividades microscópicas o seis centenares de salvados, para así recibir el reconocimiento que el nuevo análisis le escatima hoy a los rescates.
En medio de este panorama, ¿dónde queda el Kid? Sus totales de ponches por inning, sus boletos, los jonrones permitidos, todo eso le pone en contención con los cinco que llegaron antes que él a los 400. Pero eso no basta, si vemos lo que ha pasado con sus principales colegas. Necesita más.
Al menos él, a sus 34 años de edad, tiene algo que los demás no tienen, para tener así la necesaria oportunidad de seguir mejorando su candidatura: tiempo.
Y al final, el tiempo dirá.
Y al final, el tiempo dirá.
Publicado en El Nacional, el viernes 27 de mayo de 2016.