El Emergente
Ignacio Serrano
El primer turno que tomó Odúbel Herrera el lunes, contra los Tigres de Detroit, fue la expresión de lo bueno, de lo más positivo de la nueva faceta del jardinero zuliano.
El Torito abrió el lineup de los Filis, puso su cuenta en 3 y 2, dio ocho fouls luego de eso y finalmente conectó un hit. Fueron 14 pitcheos.
No solamente se embasó, que es lo mínimo que se le pide a un bateador. Además, lo hizo después de obligar al pitcher contrario, Mike Pelfrey, a hacer el esfuerzo que a menudo se requiere para lanzar un inning completo.
Herrera no se detuvo allí. En los cuatro viajes que hizo al plato, vio pasar en total 29 lanzamientos. Él solito exprimió al staff rival.
Un abridor normalmente está en la lomita, hoy, durante un lapso que se extiende por entre 90 y 110 envíos, aproximadamente, si lo está haciendo bien. El venezolano obligó a sus contrarios a dedicar el equivalente a una tercera parte de esa cuota únicamente con él.
La actuación de los iniciadores es una cuenta regresiva que se mide con pitcheos. Y los mejores relevistas son aquellos que normalmente entran al juego a partir del séptimo acto. Por consiguiente, todo desempeño que adelante su marcha a las duchas es una ayuda intangible y a veces decisiva.
Esto tiene muchos giros adicionales. Si ese turno hubiera ocurrido después del séptimo episodio, y hubiera estado seguido por otros dos toleteros de semejante paciencia, el apagafuegos estaría seriamente minado para el resto de la serie entre ambas divisas, lo cual tiene un valor adicional.
Toda táctica que permita agotar los brazos rivales redunda en beneficio. E incluye otro plus: con su creciente disciplina, Herrera permitió a sus compañeros ver todo el repertorio de Pelfrey en la primera entrada, algo que no resulta grato para un abridor, que cuida su plan de modo de ir variando el uso de sus herramientas para la segunda y tercera ocasión que enfrenta a la batería.
Lo malo ocurrió en el último turno del venezolano, cuando fue sacado del juego por el manager Pete Mackanin, en medida disciplinaria por un acto que algunos pilotos ¡albricias! todavía consideran falta grave.
Esa fea conducta es no correr con intensidad, dar por perdida una jugada, antes de completarse.
Este columnista era niño cuando vio un primer video del gran Roberto Clemente. El inmortal boricua golpeaba un rodado a las manos del lanzador. ¿Y qué hizo? Pues, correr hacia primera, como si hubiera dado un roletazo lento al short.
El monticulista habrá hecho 100 disparos buenos a la inicial antes de eso y habrá hecho bien los siguientes 100. Pero esa tarde, tiró la pelota muy alto y obligó al primera base a dar un salto, para atraparla.
Como Clemente iba a toda carrera, pudo pisar la almohadilla justo cuando el defensor caía sobre ella. Safe. Se embasó. Ayudó a su equipo.
“Hemos estado enseñando a estos muchachos a jugar duro, de la manera correcta”, declaró Mackanin. “Y no correr un batazo no es la manera correcta”.
Es la segunda vez que esto le pasa a Herrera. Está en el momento de aprender para bien y seguir los pasos de Clemente, eso que hoy vemos en un Miguel Cabrera, o no entender el mensaje y tomar la ruta errada.
El Torito lo tiene todo para ser una estrella legítima en las mayores. Mackanin hace bien al enseñarle el camino.
Publicado en El Nacional, el miércoles 25 de mayo de 2016.