El Emergente
Por Ignacio Serrano
Así comenzaron la semana los Caribes: con un receptor de 31 años de edad, que no actúa en las Grandes Ligas desde 2012, y un outfielder que no quería jugar más en Puerto La Cruz.
Así cierra Anzoátegui la semana: con un catcher de 23 años, que estuvo la temporada pasada en las mayores, y un pitcher de 27 que abrió el juego inaugural de la LVBP en las últimas dos campañas.
La tribu jugó sus cartas hábilmente, para crecer con vistas a la venidera zafra.
No estafó a nadie. Aprovechó el descontento de las Águilas con Yéiper Castillo y su necesidad de una mascota, para tomar al lanzador, entregar al ex bigleaguer Jesús Flores y agregar otro careta, el adolescente Yohán Pozo, sabiendo que el valor absoluto de Castillo era grande y que un pacto 2 por 1 sería el justo pago para adquirir al próximo número uno de los orientales.
Entonces, los aborígenes voltearon a Valencia. Hacía tiempo que Magallanes quería a José Tábata, sin poder acordar el precio justo por el ex prospecto, y ahora los turcos estaban dispuestos a salir de Tomás Telis. Se habían dado las condiciones para el intercambio. Por eso, enviaron a Flores a Maracaibo, un día antes: porque ya sabían que lo de Telis estaba listo para la firma.
Hoy, Anzoátegui tiene una nómina un poco más joven que ayer, gana en ofensiva (Tábata no jugaba y Telis es, en teoría, un bate productivo) y consiguió al as que buscaba para la rotación desde que José Álvarez se hizo inaccesible para la pelota invernal.
En teoría, es mucho más lo que ganan que lo que pierden.
Puede que Pozo termine siendo una figura, como ocurrió con Bruce Rondón, al pasar de Margarita al Magallanes, o con Dixon Machado, otrora desconocido, que fue de los Bravos a los Leones. Por ahora, y mientras se resuelve ese último acertijo, los Caribes completaron la tarea anhelada de toda gerencia: amanecer como un equipo más potente, sin sufrir por las piezas que entregaron.
Publicado en El Nacional, el sábado 30 de abril de 2016.