El Emergente
Por Ignacio Serrano
Cuando los Tigres salieron en busca de un catcher, en octubre, pensaron que Sandy León era el más adecuado a sus deseos entre los disponibles.
Querían a alguien con probada experiencia, que pusiera respeto ante los corredores contrarios, con manejo de la mascota y buena conducción del pitcheo.
León era un poco de eso, en cada renglón, con varios años de roce en Washington y Boston.
Las Águilas consideraban ya estar bien en esa posición, con Francisco Arcia y la adquisición de Juan Graterol. Pero como Aragua era el más interesado en hacer el pacto, pudieron sacar como rédito nada menos que a Alex Romero, zuliano y a la postre campeón bate, porque los centrales tenían abundancia de jardineros.
Los Cardenales se permitieron jugar duro en sus negociaciones con los Navegantes, porque sabían del interés de los turcos por Félix Hernández. Nada ganaban ni perdían si no hacían el acuerdo. O, al menos, esa fue la carta que decidieron jugar.
Ante los turcos se presentaron tres necesidades: la ambición de contar con un jugador de tal nombradía, saber que iba a incorporarse entre diciembre y enero, y la idea cierta de que con él en los playoffs la nave tendrá un cañón formidable, buscando reconquistar el título.
Magallanes ha podido apelar a las propias necesidades de Lara. Este era el único momento de los crepusculares para cambiar al Rey. Es un pitcher de enorme valor en las Grandes Ligas, pero en la LVBP sólo vale si va a lanzar. La posibilidad de conseguir algo por él era ahora o nunca.
La abundancia en el roster de los filibusteros permitió que el acuerdo se concretara. Por eso el nutrido paquete que recibieron los pájaros rojos. Al final, como pasó con los bengalíes, los bucaneros sintieron que podían darse el lujo de entregar oro para conseguir lo que tanto anhelaban.
A los felinos les funcionó. Sabemos la historia del campeonato pasado, con León detrás del plato hasta el último juego de la final, ganada por su nueva divisa con su aporte como receptor.
Esas mismas leyes del mercado desfavorecieron a los crepusculares en sus conversaciones con los Bravos. Vaya paradoja. Al final, los cazadores terminaron recibiendo un perdigonazo, o como decían nuestros abuelos: una cucharada de su propia medicina.
Todo, en realidad, es parte de ese fascinante mundo que son las negociaciones para establecer el valor exacto de un pelotero al momento de discutir un cambio.
En circunstancias normales, algunos podrían argumentar que el campocorto Gabriel Noriega vale tanto como el catcher Manuel Piña, principales protagonistas del convenio cerrado esta semana por ambas novenas. Defiende una posición que también es clave, las paradas cortas, y no sólo tiene buen guante; también batea lo suficiente y es casi seis años más joven.
Pero eran los occidentales los que estaban tocando la puerta, los que tenían una necesidad manifiesta, los que manejaban muy pocas opciones, más allá de Piña. Margarita podía darse el lujo de jugar duro y pedir más, como hicieron los larenses por el Rey.
Allá, los Cardenales consiguieron al prospecto Alí Sánchez como botín extra. Acá, tuvieron que ceder al joven Rafael Valera para convencer a los Bravos. Así operan las leyes del mercado. Incluso en el beisbol.
Publicado en El Nacional, el domingo 24 de abril de 2016.