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¿Es una condena la cirugía Tommy John?

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El Emergente
Ignacio Serrano

Félix Doubront
Jairo Díaz estaba a punto de ganar un lugar en el bullpen de los Rockies, durante el último spring training, cuando sintió una molestia en el codo derecho.

Félix Doubront ya era parte de la rotación de los Atléticos y sólo le quedaba un juego de exhibición, este mes, cuando notó que algo no estaba bien en su codo izquierdo.

Elías Díaz debía completar los entrenamientos primaverales con los Piratas, reportarse luego a Triple A y preparar su ascenso definitivo a las mayores, cuando calentar el brazo comenzó a ser una incomodidad.

La temporada de ambos pitchers terminó ese día. Los dos recibieron el mismo diagnóstico de parte de sus médicos tratantes: tenían suficiente daño en el ligamento colateral ulnar como para necesitar una operación de reconstrucción del codo.

El tercero, receptor de los Piratas, aún no tiene claro cuál es su destino. Sólo sabe que no debe soltar el brazo y que debe acudir en busca de nuevas opiniones de especialistas, que determinarán si podrá jugar este año o si, en cambio, tendrá que esperar hasta 2017.

La cirugía Tommy John tiene ese lado malo: el afectado sabe que estará al margen por un lapso de entre 12 y 18 meses, usualmente más corto cuando se es más joven, pero igual de descorazonador, en cuando a que no hay modo de progresar en ese tiempo, especialmente cuando se trata de un pelotero de poca experiencia, como los aquí citados.

También tiene un lado bueno. Muy bueno, en realidad. El propio serpentinero que le dio nombre puede dar fe de ello. Tommy John tenía 31 años de edad y 2.165 innings lanzados cuando se lastimó el brazo en 1974. Se le rompió el ligamento colateral ulnar. Tenía que escoger entre retirarse o tratar de seguir su carrera en medio de intensos dolores. El resultado sería el mismo: nunca volvería a ser una estrella.

Allí fue cuando apareció el traumatólogo Frank Jobe, con una propuesta que revolucionó el deporte: tratar de transplantar al codo del monticulista un ligamento sano de otra parte del cuerpo. Fue un éxito.

John, muchos lo saben, perdió todo 1975. Pero regresó en 1976 y pudo lanzar otros 14 torneos, asistir a tres juegos de estrellas más, ganar 20 juegos en tres oportunidades y recorrer 2.544 entradas que, de no ser por la genialidad de Jobe, se habría perdido.

La tranquilidad de Jairo Díaz tras ser operado en marzo contrasta con la duda angustiosa que ha debido sentir su colega hace tres décadas. Era como si el joven venezolano tuviera muy claro que el asunto no era que perdería un año, sino que ya no perdería la carrera.

Pocos venezolanos no han sido capaces de regresar con éxito de la cirugía Tommy John.

Carlos Carrasco, Aníbal Sánchez y Héctor Rondón, tres de los tiradores criollos más notables hoy, superaron ese escollo antes de llegar a su actual estatus.

Bruce Rondón no ha podido consolidarse, pero eso se debe más a problemas de actitud que a la cirugía a la que en algún momento se sometió. Martín Pérez está en pleno trance, tratando de regresar a lo alto.

Es posible que Rafael Betancourt sea el único nativo con carácter estelar que no pudo recuperar su nivel. También era el mayor de todos, a sus 39 años de edad. El retiro ya estaba cerca.

Para Doubront y Jairo Díaz, en cambio, el camino apenas empieza. Con razón se les ve tranquilos.

Publicado en El Nacional, el sábado 16 de abril de 2016.

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