Esta es una de las muchas notas que dediqué a Leonel Carrión, abogando por su derecho a ser parte de nuestro Salón de la Fama. Ahora que ha sido electo al pabellón de Valencia, la rescato para las generaciones más jóvenes, que no le vieron jugar y supieron poco de su grandeza
Carrión en 1984 |
Leonel Carrión tiene que ingresar esta vez al Salón de la Fama del Beisbol en Venezuela.
Su nombre aparece nuevamente en la planilla de votación del Comité Contemporáneo, que los votantes ya hemos empezado a recibir.
Muchos aficionados saben poco o nada de él. A ellos, y a quienes mantienen la duda, está dedicado este intento de repetir viejas razones y aportar pruebas novedosas que explican por qué el ex jardinero merece una estatuilla en el templo de Valencia.
Carrión no alcanzó las grandes ligas. Le tocó un tiempo difícil, en el que sólo un puñado de venezolanos lograba llegar.
Dio el salto en los 80, ya retirado, cuando fue coach de los Expos de Montreal y se convirtió en el primer instructor criollo en las mayores, precursor de Carlos García, Alfredo Pedrique, Oswaldo Guillén y tantos que han formado parte de un cuerpo técnico en la gran carpa.
Ser bateador derecho no le ayudó. Era más un hombre de contacto que de poder, pero no tenía tanta velocidad como para dar el último paso, tras llegar a triple A, aunque una vez llegó a estafar 41 bases en doble A.
Su disciplina en el plato fue notable. Se retiró con .376 de OBP tras 12 campañas en las menores, muy por arriba de sus pares. Es la hoja de servicios de un nativo más, uno de tantos buenos ligamenoristas que han salido de aquí con talento e ilusiones, sin poder completar su sueño jamás.
El punto es que Carrión no fue uno de tantos.
Lo que no consiguió afuera, lo logró en Venezuela, en un tiempo en el que ser criollo era una dificultad para jugar a diario en la LVBP.
A un cuarto de siglo de su adiós, luego del auge de los 90 y a pesar de haber visto desde el retiro el apogeo de la Era de los Esteroides, todavía es el número uno en la historia de las Águilas en casi todos los departamentos ofensivos.
Sigue líder con 331 empujadas, 117 tubeyes, 23 tribeyes, 830 juegos disputados, 2.730 turnos al bate, 732 hits, 359 anotadas, 988 bases alcanzadas y 181 extrabases. Hace un año, por fin, alguien le superó como el máximo jonronero de la franquicia, al dejar atrás Ernesto Mejía los 32 cuadrangulares que él sacudió.
Doquiera se busque, el marabino es el número uno en la historia de la divisa salvo contadas excepciones, como esa con Mejía y las bases robadas, donde ocupa la tercera plaza con 58 saqueos.
Esto tiene que llamar la atención. Un jugador no puede ser el gran bateador de todos los tiempos en una divisa que tiene más de cuatro décadas de existencia y seguir fuera del Salón de la Fama.
Es cierto que su average de .268 y su slugging de .362 lucen intrascendentes, pero como sostenemos siempre: en Venezuela no podemos votar llevándonos solo por las estadísticas, ya que han sido poco y mal recopiladas. Hay que poner en contexto.
Y el contexto es que el bate más productivo en el Zulia ha sido Carrión.
El contexto es el cavernoso estadio Luis Aparicio, que deglute batazos largos y donde ese .268 de Carrión es el mejor average entre todos los peloteros que han consumido al menos 700 turnos con ese uniforme, un escenario que deja a Todd Cruz, con .383, como el mejor aguilucho en slugging entre quienes han ido al plato en tantas oportunidades (el marabino es el escolta de Cruz allí).
Comparado con otros rapaces, Carrión es único. Al pasar por el cedazo del análisis ese ambiente donde jugó la mitad de sus encuentros, se entienden los promedios.
El día de su retiro, sumaba más de 30 vuelacercas y más de 50 estafas en la LVBP, algo que sólo habían conseguido Víctor Davalillo, David Concepción y Luis Salazar.
Los tres le esperan en el Salón de la Fama, donde también el zuliano merece estar.
Publicado en El Nacional, el viernes 18 de octubre de 2013.