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Dopaje, medias verdades y mentiras

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El Emergente
Por Ignacio Serrano

Alex Cabrera es nuevamente el centro de un escándalo de dopaje. Y el suyo es un caso oscuro, desde muchos puntos de vista.

El Samurái exhibe una recomendación médica para consumir Adderall, (fechada en agosto de 2014, de acuerdo con la demanda introducida en la Corte Segunda de lo Contencioso Administrativo).

La regla le obligaba a presentar el récipe a la LVBP el 1° de octubre y no lo hizo hasta noviembre, supuestamente. Ha debido renovar el procedimiento para el 1° de octubre de 2015 y tampoco lo hizo. Finalmente, culpa al cuerpo médico y a la directiva de los Tiburones por no hacer el papeleo, cuando la regla también estipula que esa diligencia corresponde al pelotero.

El siquiatra de Cabrera asegura que su paciente sufre déficit de atención desde los 12 años de edad. Es su médico tratante desde entonces. Su palabra y honor profesional estarían en riesgo si mintiera, más allá de que hay otros modos y medicamentos alternativos para esa condición.

Sin embargo, compromete su credibilidad cuando asegura que el Adderall es una sustancia prácticamente inocua para el rendimiento de un deportista. ¡Llegó a aseverar, incluso, que un atleta que lo consuma sin padecer ADD puede llegar a rendir menos que sin ese medicamento!

Tal aseveración es falsa, y llama poderosamente la atención su desconocimiento, suponiendo que es ignorancia y no mentira, siendo un profesional vinculado al deporte de alta competencia.

Todo médico que trabaje con deportistas tiene que saber lo que la WADA dice sobre el Adderall. La autoridad mundial antidopaje, al igual que tantas otras fuentes de similar tenor y toda la literatura existente, subrayan la capacidad de ese medicamento para potenciar la fuerza, el vigor, la velocidad, la resistencia física, la agresividad y la capacidad de concentración, aspectos cruciales, todos, en la práctica deportiva.

Con o sin récipe, siendo o no paciente de ADD, Cabrera y todo consumidor de Adderall mejoran artificialmente su potencial físico, incluyendo la capacidad para dar extrabases. Porque las anfetaminas no crean músculo, pero permiten que el músculo creado lícita o irregularmente pueda desplegar todo su poder.

Eduardo Gutiérrez está al frente del departamento antidopaje del Instituto Nacional de Deportes. Como otros, considera “sospechoso” el constante uso de Adderall en el beisbol (10 por ciento de los grandeligas lo consumen con récipe), siendo que el déficit de atención es una condición que aparece y se trata mayormente en la infancia.

Gutiérrez pone un ejemplo abrumador: ninguno de los 2.000 atletas de selecciones nacionales a las que su oficina hace seguimiento está diagnosticado con ADD ni consume la droga, al menos legalmente.

Muy poco de esto se estaría discutiendo hoy, de no resistirse Cabrera al castigo que le corresponde por no haber seguido los simples pasos que le imponía el reglamento. Y quizás emprendió el peor camino para alguien que quiere mantener una buena imagen.

Porque alargar el escándalo ha permitido nadar más hondo en su caso y hace muy difícil no recordar que su nombre está vinculado con la adquisición o consumo de esteroides en las Grandes Ligas y en México, donde después de dar positivo, logró en los tribunales que su suspensión fuera anulada, como busca ahora en Venezuela.

Publicado en El Nacional, el martes 7 de marzo de 2016.

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