El Emergente
Por Ignacio Serrano
La Serie del Caribe parece haberse salvado de aquella muerte de mengua que le amenazaba hace apenas un lustro.
Los experimentos han sido positivos. Los patrocinadores abundan. El público responde cuando se juega en México o en Venezuela. La transición ha sido positiva.
La desaparición de los grandeligas fue una amenaza. El contraste con 1996 era chocante.
Aquel año, el clásico de febrero llegó a su punto más alto, con la presencia del Dream Team boricua. Pero hubo otros grandes equipos, antes y poco después.
La falta de figuras hizo evidente que el formato de la competencia era aburrido. Los equipos presentes no representaban el nivel de las ligas participantes. Para colmo, el circuito de Puerto Rico desapareció transitoriamente.
Los bigleaguers no regresarán en masa, porque ya no juegan pelota invernal, salvo excepciones. Pero ésta, y las anteriores dos ediciones de la cita regional, demuestran que los cambios han sido positivos.
La creación de una final para definir al ganador fue un paso auspicioso. Más nunca hemos visto un campeón que celebra en el hotel. Tiene que hacerlo en el terreno.
La llegada de Cuba agregó interés, porque es un país con larguísima tradición, el primer nicho del beisbol profesional fuera de Estados Unidos.
La indefinible condición de los antillanos, que se dicen amateurs y no lo son, ayudó al atractivo. ¿Son capaces de vencer a los profesionales? ¿Qué tan bueno es el nivel de la isla? Todo eso se pone a prueba cada febrero, desde 2014.
El torneo de hoy es injusto. Magallanes y Anzoátegui encabezaron la ronda eliminatoria los dos años anteriores y no pudieron siquiera disputar la final, porque perdieron la semi. Pero la pelota hace rato que vive de injusticia en injusticia, siempre que haya playoffs, espectáculo y emoción.
Las últimas tres delegaciones venezolanas demuestran que ha habido un resurgir del entusiasmo en Venezuela. Navegantes, Caribes y Tigres han asistido con escuadras realmente competitivas, representativas del nivel de la LVBP, aunque hayan faltado estrellas.
Todavía puede hacerse más. Las últimas ediciones pusieron en práctica un horario de inicio para cada día a la 1:00 pm, que en la República Dominicana no quisieron aplicar. Eso probó ser un retroceso. Debido a tan mala decisión, entre otras cosas, los juegos de fondo en Santo Domingo han terminado alrededor de la medianoche, o más. Aburrido. Cansón.
Eso no justifica la poca asistencia al estadio, pero sin duda que debe haber impactado en el número de televidentes.
Que sigan los cambios. La Confederación del Caribe se resiste a incluir otro país participante, pero hacerlo sería otro bálsamo.
Afirman que Panamá, Nicaragua o Colombia no tienen el nivel competitivo. Puede que eso sea verdad. Pero también es posible ayudar a levantar ese nivel y sacar provecho de la novedad si, por ejemplo, el campeón de la Serie Interamericana, que se disputa en enero entre esos circuitos y la Liga Veracruzana, recibe un cupo para asistir luego a la Serie del Caribe.
Con seis países, podrían hacerse dos grupos de tres equipos, jugar doble ronda todos contra todos y disputar semifinales y final. No tomaría un día extra.
Los cambios han reavivado el interés por el clásico de febrero. Ojalá no haya miedo para seguir innovando.
Publicado en El Nacional, el viernes 5 de febrero de 2016.