El Emergente
Por Ignacio Serrano
No hubo equipo más ganador en la temporada 2015-2016 que el Magallanes. Esa escuadra, que cayó derrotada en el último juego de la final, tenía razones para esperar otro desenlace.
Los turcos consiguieron 44 triunfos por 36 derrotas, contando desde la ronda eliminatoria. Aragua cerró con 42 y 39. Visto de cerca, no fue tanta la diferencia, más allá de que las series de playoffs se han encargado de enseñarnos otro tipo de justicia en el beisbol, justicia irrefutable que acepta quien compite bajo esas reglas.
Visto de lejos, queda un obvio sinsabor. Los Navegantes cerraron en la tercera posición de la primera vuelta, a pesar de problemas defensivos e inconsistencia, y mandaron en la segunda mitad. Vencieron luego a los Leones en seis duelos, vinieron de atrás en siete choques ante los Caribes y estuvieron a 29 outs de ser campeones.
Apenas a 29 outs. Es imposible predecir lo que realmente habría pasado si Hassán Pena cierra sin daño aquel tercer compromiso de la final. Pero jamás una escuadra en la LVBP ha levantado una serie que perdía 0-3, y tal cosa ha pasado únicamente una vez desde 1903 en las Grandes Ligas. Había motivos para creer que los turcos se alzarían con el cetro, si el mejor cerrador del Caribe completaba aquella faena.
No sucedió. El tórrido bateo de los primeros días se dio de narices contra el núcleo del pitcheo aragüeño. Se lesionaron Ronny Cedeño y Luis Rodríguez, dos de los jugadores que tenían más ganas de disputar la final, por ex tigreros. Alex Romero no pudo batear en Maracay. Frank Díaz y Jairo Pérez se apagaron. Félix Pérez y Adonis García nunca se encendieron. El receptor Jesús Sucre no pudo jugar.
Tampoco el bullpen funcionó como debía. Ya venía ocurriendo en la postemporada, esa demostración de que los relevistas eran humanos. Y cuando Orlando Lara, Joely Rodríguez y Edgar González fallaron como abridores, la suerte de los bucaneros quedó sellada.
Magallanes fue mucho más que lo visto en esa serie. Esta novena tuvo hallazgos e hizo movimientos importantes para este torneo, tras la llegada de Roberto Ferrari a la presidencia y la reestructuración de la gerencia deportiva.
Jesús Sucre, Rodríguez y Goyito Martínez fueron piezas de enorme importancia, llegados en cambios que no costaron mucho a los navieros. La importación fue adecuada, siempre con un refuerzo de recambio cuando fue necesario. Caras nuevas vieron acción, como Luis Domoromo y Luis Arráez. Prospectos de primer nivel, como Antonio Senzatela y Jesús Zambrano, ayudaron de forma importante en la eliminatoria.
No puede ser negativo el balance de un equipo con cuatro finales consecutivas. Es la más clara señal de que la nave va por buen rumbo. Carlos García ha sido el manager en las últimas tres series. Por más que una parte de la afición le critique, parece tener influencia en la cueva, todavía, y sigue siendo un ganador.
A este club bien balanceado, nutrido de talento emergente y lleno de veteranos que pueden jugar en enero, le quedan tareas que acometer. La mayoría de sus grandeligas se ausentó, ¿por qué? ¿Y cómo resolver la dependencia de los abridores extranjeros en la hora pequeña?
Magallanes fue el equipo más consistente y ganador del torneo, pero encalló a pocas brazas del puerto. Perdió en buena lid. Así es el beisbol.
Publicado en El Nacional, el sábado 30 de enero de 2016.