El Emergente
Por Ignacio Serrano
Caribes no perdió la corona esta semana, al caer en la semifinal ante Magallanes. La tribu fue perdiendo el título a jirones, desde que en agosto comenzaron a llegar las malas noticias que determinaron este desenlace.
¿Fue mala la temporada para Anzoátegui? No repitieron la final, a donde habían llegado consecutivamente desde enero de 2014. Así que es válido aceptar que sí, el balance es frustrante. Ningún equipo empieza en octubre poniéndose como meta la semifinal.
Distinto es preguntar si fue malo lo hecho por los orientales. Porque esta escuadra estuvo a un puñado de outs de dejar fuera a los Navegantes en el séptimo de su serie, después de tomar ventaja en el primer inning.
La novena que tuvo contra las cuerdas al club con más victorias en toda la zafra 2015-2016 tuvo que combatir sin varias piezas fundamentales.
Balbino Fuenmayor, el jonronero que ensanchó el lineup hace un año, se lesionó en agosto y tuvo que ser operado. Todavía se rehabilita, con la esperanza de estar fuerte y en ritmo para los entrenamientos primaverales.
Apenas fue el inicio. Ocurrió después el percance de Ehire Adrianza, que en septiembre recibió el impacto de un rodado en la cara y terminó en la lista de incapacitados de las Grandes Ligas, con síndrome de post conmoción cerebral.
José Álvarez, su mejor lanzador criollo en los últimos tiempos, llegó a octubre con la duda acerca de jugar o descansar. Nunca se reportó, posiblemente porque ve cerca su consolidación en las mayores, a partir de lo hecho en la justa pasada.
Oswaldo Arcia iba a ser uno de los bates peligrosos del inicio. Estuvo en la última Serie del Caribe y perdió parte de su estatus en la MLB, al cerrar en las menores. Pero él también se lesionó.
Las bajas de Fuenmayor, Arcia y Adrianza fueron, posiblemente, los golpes más nobles. Pese a eso, los indígenas sólo sufrieron en la eliminatoria por causa del nuevo sistema de puntos. De haberse jugado el torneo bajo las condiciones de antes, habrían avanzado sin inconvenientes entre las cinco escuadras con más victorias acumuladas.
Nada hará Caribes refugiándose en la auto conmiseración que podría permitirle este recuento. Todos sufrieron bajas importantes en esta justa, aunque posiblemente nadie haya perdido a alguien de tanto valor como Fuenmayor, con quien contaban sin mayores restricciones, antes de la lesión.
Vino entonces la postemporada y venció el tiempo de acción de Orlando Arcia, el otro motor joven de los aborígenes. Y se lesionó Niuman Romero, el capitán y primer bate, catalizador de la ofensiva, por su disciplina en el home, y estabilizador de la defensa, por su guante en la esquina caliente.
Este equipo encajó esos golpes y todavía estuvo a ocho innings de meterse en la final. A pesar de reconstruir su rotación en la hora cero (como también tuvo que hacer, por cierto, su rival Magallanes. Que todo hay que decirlo).
Esa es la novena que en algún momento recibió pitas en el Chico Carrasquel, crítica al trabajo de una gerencia que exhibe dos preseas notables: la seguidilla más larga de temporadas en los playoffs y al menos cinco campeonatos al hilo terminando en el peor de los casos a un juego de la final.
Anzoátegui hará su balance. Buscará errores para enmendarlos. Tratará de ver el vaso medio vacío, que es el único modo productivo de autoevaluarse. Tiene que encontrar respuestas a la merma de su pitcheo y la necesidad de encontrar brazos venezolanos para la rotación. Pero algo queda claro en esta despedida: esa divisa que guerreó contra pronósticos y lesiones sigue siendo una de las más exitosas en lo que va de década en la LVBP.
Publicado en El Nacional, el sábado 23 de enero de 2015.