El Emergente
Por Ignacio Serrano
Gerardo Parra festejó doblemente a través de su cuenta en Instagram, al anunciar el acuerdo que sus agentes consiguieron con los Rockies.
Celebró, porque consiguió equipo, después de dos meses y medio a la expectativa. Y celebró, porque ahora es compañero nada menos que de su paisano y amigo Carlos González, con quien compartió en los tiempos de ambos con las Águilas y la selección nacional.
¿Qué le espera a Parra? ¿Se justifica su inmediata alegría?
La primera respuesta a estas interrogantes es de Perogrullo: por supuesto que se justifica la fiesta, pues su contrato que garantiza el futuro, el de su esposa e sus hijos. Además de la cifra, cercana a los 7 millones de dólares anuales en promedio, cuenta con una opción que puede darle más de 10 millones adicionales en 2019.
Es un gran pacto para un pelotero que, si bien tenía dos guantes de oro, no había tenido una temporada importante con el madero antes de 2015. Parra ha sido un toletero de desarrollo lento, pero parece que seguro. Ojalá.
Fue un bateador completo en las menores. Y después de un inicio como chocador de bola, ha empezado a mostrar fuerza y habilidad en las bases, al sumar edad y experiencia. Puede que el acuerdo termine siendo una ganga para los Rockies, a largo plazo. Pero ahora mismo, es excelente negocio para el club, tratándose de alguien que está por conseguir sus mejores cosechas y, por lo tanto, sus mejores argumentos de negociación.
Aún está por verse si CarGo y Parra serán compañeros. Es claro que uno de los jardineros de Colorado pasará a otro equipo. ¿Será el marabino? No necesariamente. Puede ser cualquiera de los titulares de la campaña pasada. Pero González ofrece algo que los demás no pueden dar: es tan bueno, con sus guantes de oro, su título de bateo y su temporada de 40 jonrones, que él podría permitir a los rocosos adquirir verdaderos talentos del montículo, necesidad que busca atender la divisa.
¿Y Parra? ¿Qué le espera en su nueva casa?
Lo normal es pensar que sus números van a crecer, porque ahora jugará en el Coors Field. Es sabiduría popular que jugar en Denver permite mejorar los números ofensivos.
Eso no es una verdad absoluta. Jugar con los Rockies ya no es lo mismo que era en los años 90 o a comienzos de este nuevo siglo. La utilización del humidificador para hidratar las pelotas ha moderado el escenario, que ya no es un polígono de tiro.
Parra posiblemente sacará partido de la ligereza del aire, que permite a los batazos recorrer más distancia. También se aprovechará del hecho de que los pitcheos quebrados no rompen como lo hacen en estadios al nivel del mar.
Eso último es auspicioso, pero también riesgoso. Recientes estudios parecen demostrar que los peloteros de Colorado están en minusvalía cuando salen de casa, porque apenas tienen tiempo para adaptarse a la realidad que enfrentan: curvas que quiebran de verdad, rectas que se mueven, pitcheos que en el Coors Field parecen francos y que, en otras plazas, son mucho más peligrosos, sobre todo para quien pasa una semana seguida viendo lanzamientos francos.
¿Qué le espera a Parra? Va a jugar todos los días, lo que es un alivio. Su nuevo salario se lo garantiza.
Lo demás es sacar provecho de su renovado estatus. Vienen buenos tiempos para el zuliano.
Publicado en El Nacional, el jueves 14 de enero de 2015.