Publicado en Blog.Banesco.com
Tres adolescentes saltamos la reja del estadio Universitario, a comienzos de los años 80. Queríamos entrar al parque antes que nadie, como otras veces. Amábamos tanto el beisbol, que no nos importaba quién jugara. Éramos aficionados de tres equipos diferentes, pero nos unía la adoración por los diamantes.
Aquel domingo jugaban los Leones, quizás contra los Tiburones. En ese entonces era normal que tres chamos caminaran por el campo algunas horas antes del juego, sin credenciales e incluso sin boleto de entrada.
De ese modo trabamos amistad con jugadores y futuros colegas: Tim Tolman, Oswaldo Olivares, José Aníbal Manzo, Dámaso Blanco y varios más.
Esa mañana, uno de nosotros se detuvo a conversar con un fornido pelotero del Caracas, que se disponía a hacer su calistenia. Era una de las figuras del equipo, un bate temido en la LVBP.
Llevábamos con nosotros su barajita de la casa Topps, en la que se le veía con el uniforme de los Marineros de Seattle. Porque era un grandeliga en ejercicio. Todavía en aquel tiempo, era común que los importados vinieran de la gran carpa.
Se trataba de Dave Henderson, un outfielder de piel oscura, peligroso swing y sonrisa constante, que sería recordado durante mucho tiempo por los seguidores de los melenudos.
Henderson tuvo fama de ser cordial y muy buen compañero. En una muestra de eso, nos pidió ayuda para hacer sus abdominales. Pesaba cerca de 100 kilogramos, así que debimos turnarnos de dos en dos, para sostenerle los tobillos.
Apenas empezaba su zaga de 14 campañas en las mayores. Llegarían para él momentos de protagonismo en Oakland y Boston. Pero antes de eso, era estrella de los melenudos.
Aquellos felinos estaban dirigidos por el Chico Carrasquel. Es una de las mejores novenas de todos los tiempos en nuestra pelota, la del tricampeonato capitalino.
Antonio Armas, Gonzalo Márquez, Baudilio Díaz, Jesús Alfaro, Leonardo Hernández, Steve Sax, Ron Gadenhire y un jovencísimo Andrés Galarraga formaban parte del lineup. Tom Dixon, Bud Black, Dennis Burt, Craig Eaton, Luis Peñalver, Ubaldo Heredia y un prospecto llamado Urbano Lugo ensanchaban el staff de lanzadores.
Henderson era parte de aquel equipazo que admiraban los caraquistas y respetaban los contrincantes. Poco tiempo después de ese encuentro, acudirían por tercera vez seguida a la Serie del Caribe.
El lunes en la mañana, uno de nuestros profesores comenzó a lanzar indirectas en la clase, burlándose de quienes se lanzaban al terreno a ayudar a los peloteros durante su faena de ejercicios. Uno de nuestros compañeros de clase, que también había asistido el domingo al Universitario, aplaudía los chistes improvisados.
Ambos envidiaban a los tres adolescentes que seguimos el impulso juvenil de saltarnos las reglas para disfrutar el deporte de nuestros amores desde una perspectiva única para el gran público.
Henderson murió este 27 de diciembre. Un fallo cardíaco acabó con su vida tempranamente. Tenía 57 años de edad y una ristra de amigos y conocidos que no olvidarán su sonrisa, su don de gentes y su forma de jugar, incluyendo a esos tres adolescentes que guardaron para siempre el afectuoso gesto que les regaló en un luminoso domingo de beisbol.
Publicado en Blog.Banesco.com. Aquí tienes el original.