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Herederos de Pancho Pepe Cróquer

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El Emergente
Por Ignacio Serrano

Pancho Pepe Cróquer
Era casi un niño, Pancho Pepe Cróquer. A los 35 años de nacido, un comunicador social tiene por delante la mayor parte de su carrera. Él no. Su vida terminó antes de tiempo, cuando el 18 de diciembre de 1955 apagó su voz en un accidente automovilístico, en Colombia,

Con la suya, por un momento se apagó también la voz de Venezuela entera.

Era Pancho Pepe, nacido Francisco José, el mejor y más popular entre todos los narradores de aquel país que todavía ponía a diario su oído en el radio receptor, para así enterarse de qué iba el mundo.

Hombre apasionado y de muchas vocaciones. Declamador inolvidable, dicen quienes le oyeron. Animador. Relator de impecable verbo y vibrante voz.

Una de esas vocaciones le costó la vida tan temprano: la velocidad, las competencias, los autos de carrera.

Hace 60 años de aquella tragedia en la Vuelta de la Cordialidad, en Barranquilla. Murió allí quien por dos veces fuera campeón nacional de automovilismo.

Su estatuilla en el Museo y Salón de la Fama del Beisbol en Venezuela atestigua la grandeza de quien sigue siendo uno de los comunicadores más notables que ha dado esta tierra.

Este aniversario de su adiós, y la reciente inmortalización de 13 nuevos integrantes del pabellón valenciano, nos han traído la nostalgia de recordar cuán pocos periodistas y locutores acompañan a Pancho Pepe en el templo de la pelota criolla.

Todos quienes vivimos a la vera de nuestro Salón de la Fama sabemos que existe una deuda muy grande con la historia, que no puede saldarse súbitamente. Su tren directivo lo sabe, y por eso emprendió la estupenda iniciativa de entronizar una clase tan numerosa este año.

La dirigencia fundacional, a la que debemos la fiesta que es el pasatiempo nacional, vio por fin premiado su amor y sus desvelos a través de Martín Tovar Lange, Carlos Lavaud, Juan Reggeti, Pablo Morales Pérez, Antonio Herrera Gutiérrez y Luis Rodolfo Machado Bohórquez.

Antiguas generaciones peloteriles también recibieron un merecido homenaje en Oswaldo Blanco, Leonel Carrión, Remigio Hermoso, Balbino Inojosa y Julián Ladera, otro paso formidable para saldar parte de la deuda histórica.

Pero sólo Carlitos González entró por los comunicadores. Y está bien. Hace mucho que él merecía estar allí. Pero es tiempo de preparar un homenaje como el de este año, que salde también la deuda con quienes supieron cautivarnos al contarnos lo que ocurría en los diamantes.

En Valencia ya están Pancho Pepe y Carlitos, y también Abelardo Raidi, Carlos Tovar Bracho, Chiquitín Ettedgui, Delio Amado León y Juan Vené.

Faltan demasiados. Faltan algunos que ya se fueron y son imprescindibles, como el Musiú Lacavalerie, Omar Lares, Rodolfo José Mauriello, Arturo Celestino Álvarez, Gonzalo López Silvero, Foción Serrano, Tom González, Gerardo Quintero, José Aníbal Manzo o Luis Verde. Y faltan otros que aún nos brindan su brillante trabajo, como Rubén Mijares, Felo Ramírez, Carlos Alberto Hidalgo o Alfonso Saer.

Ojalá el equipo que hoy tan bien dirige Juan José Ávila, cuyo amor por el beisbol fue cultivado con las letras y las voces de aquellos notables comunicadores, encuentre el modo de saldar también esta deuda en 2016.

Ellos supieron contarnos esa historia que tan entrañablemente busca hoy preservar nuestro Museo del Beisbol.

Publicado en El Nacional, el domingo 20 de diciembre de 2015.

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