La expedición de Colombia crece año a año en el beisbol internacional y deja su huella en la pelota invernal de la vecina Venezuela
Por Ignacio Serrano
Publicado en el Diario Las Américas
CARACAS. A Tayron Guerrero le encantaba jugar fútbol, en su isla natal de Boca Chica. ¿Y por qué no? En la tierra del Pibe Valderrama, los niños sueñan con llegar algún día a la Selección Colombia y el balompié es un fervor popular.
Guerrero, como muchos de sus compatriotas, creció sin mayores referencias del beisbol.
“Yo era muy alto”, recuerda. “Y cuando tenía 15 o 16 años de edad, alguien me vio y me invitó a jugar pelota. Había un torneo en Cartagena y el equipo de la isla necesitaba un primera base. Así fue como empecé”.
Un scout vio a este atleta natural y notó la fuerza de su brazo. ¿Inicialista? Nada de eso. El prospecto tenía madera de lanzador. Y lo firmó, aunque apenas sabía hacer pocas cosas en el diamante.
“En Colombia hay pasión por otros deportes, además del fútbol”, advierte Dayán Díaz, que es costeño, como Guerrero. “El ciclismo y el patinaje han dado grandes figuras a nuestro país”. Y ahora le toca a los diamantes.
Embajada en expansión
La Costa Atlántica es un lugar especial, muy diferente a Bogotá o Medellín. Hay playas realmente hermosas. Hay un aire que parece caribeño. Y hay estadios de beisbol.
“Empecé a jugar a los 5 años de edad”, sonríe Jorge Alfaro. “Allá en Sincelejo a todos les gusta el fútbol. Pero a mí siempre me encantó el beisbol”.
Guerrero, Díaz y Alfaro son tres casos excepcionales, pero cada vez más frecuentes: son peloteros nacidos en Colombia y fueron contratados como importados por equipos de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional.
Forman parte de una especie novedosa, que apenas ahora comienza a florecer.
“El beisbol colombiano ha mejorado mucho”, advierte Jorge Velandia, gerente deportivo de los Tiburones y artífice de la firma de Alfaro, cuya participación logró gracias a su relación con los Filis de Filadelfia, la organización a la que ambos pertenecen.
Alfaro ha sido el último en llegar a la LVBP esta temporada, la más visitada por los naturales de su país en los 70 años que ya cumple el circuito.
Cuatro de los 19 neogranadinos que han sido traídos por el beisbol invernal de Venezuela desde 1950 llegaron entre octubre y noviembre. Un quinto, Giovanny Urshela, estuvo muy cerca de repetir, luego de ser una de las principales estrellas en la justa anterior. Y otro más, Jolbert Cabrera, es el instructor de bateo de las Águilas del Zulia.
Cabrera es un histórico. Actuó en las Grandes Ligas entre 1998 y 2008, fue cinco veces campeón bate en la Liga Colombiana de Beisbol Profesional y durante ocho torneos cruzó la frontera para vestir los colores de los rapaces, primero, y luego de los Cardenales de Lara.
“Ahora hay más scouts y firman a más peloteros”, señala el ex infielder. “Están saliendo muy buenos pitchers, como Julio Teherán y José Quintana, que están establecidos en las mayores. Y hay más jugadores en las menores”.
Antes era otra cosa. Jolbert Cabrera padre enseñó a jugar a sus hijos Jolbert junior y Orlando, pero el mayor de los hermanos debió viajar a Cabimas, en el estado Zulia, para ser visto y probado a los 16 años de nacido, en 1990.
“Yo vine ilegal”, relata. “Mi tryout para firmar contrato fue en el estadio Universitario de Caracas. Ese día, firmamos Ugueth Urbina y yo”.
Jolbert padre dirigió a varios equipos en el torneo rentado de su país. Allá se juega a lo largo de la costa: en Barranquilla, Cartagena, Sincelejo y Montería.
“Pero ese es un beisbol clase A”, ataja Cabrera. “Por eso siempre le digo a mis compatriotas que deben venir a jugar en Venezuela, para poder mejorar”.
Escuela beisbolera
“Al principio, no me gustaba el beisbol. No le veía emoción”, confiesa Guerrero, que en la LVBP lanza con los Tigres de Aragua. “Después le fui agarrando el gusto. Aunque ahora sólo quedo yo de los dos peloteros de la isla que firmamos”.
Díaz, que comenzó en los diamantes por herencia familiar, está maravillado de actuar en Venezuela con los Cardenales.
“Todos en mi familia jugaban beisbol”, cuenta. “Mi tío Santander Díaz fue pelotero profesional y mi tía Nelly Abdala fue Selección Colombia de softbol”.
Relata el relevista que, siendo muy joven, fue asignado por los Astros de Houston a la Venezuelan Summer League. Así conoció los parques y los equipos en su país vecino.
“Yo estaba bien muchacho”, sonríe. “Y ahora vengo a los mismos estadios, a jugar. Es una experiencia demasiado buena”.
Alfaro es uno de los principales prospectos de los Filis, como antes de los Rangers de Texas, que cedieron su contrato como parte del paquete que entregaron para hacerse del as Cole Hamels.
Está dando sus primeros pasos en Venezuela. Todavía no va a conocer la playa, como sí hacían Guerrero y Yhonathan Barrios, antes de que este último terminara su contrato con Aragua y regresara a su país, días atrás.
“Allá en mi tierra conocemos este beisbol”, asegura Alfaro. “Y me sentí muy emocionado cuando me propusieron venir. Quiero aprovecharlo para conseguir madurez y aprender a llamar los juegos”.
Guerrero asegura que la LVBP le ha enseñado “a tener más confianza”. Díaz va más allá: “Antes de venir, yo era un pitcher. Ahora soy un lanzador”.
Cabrera asiente. Nadie defiende con mayor convicción la necesidad de jugar en la pelota invernal, y en particular en la LVBP.
“Aquí enfrentas una competencia de mayor nivel”, sostiene. “Peloteros como Edgar Rentería, Orlando Cabrera y yo nos hicimos mejores porque jugamos afuera. Por eso pasé tanto tiempo en las Grandes Ligas: porque estuve seis años con las Águilas de Zulia y no me estanqué. Se lo he dicho a muchos colombianos: tienes que jugar beisbol invernal en otras ligas”.
Las razones son obvias: “Para ganar experiencia y por lo económico. Porque, además”, dice, “se gana mejor dinero si juegas en el extranjero”.
Se gana más dinero, sí. Incluso tratándose de colombianos que sacrificaron las partidas de fútbol de la infancia para hacer carrera en el beisbol.
Una liga en crecimiento
El beisbol profesional colombiano ha tenido idas y venidas, desde que la pelota rentada comenzó en suelo neogranadino, en 1948.
El circuito actual data de 1993 y casi todos los jugadores nativos de esa tierra han pasado primero por ese circuito, antes de viajar al Caribe.
Para Dayán Díaz, no faltaría mucho para su nivelación con los torneos del área.
“Que entre a la Confederación de Caribe, eso es lo que le falta”, sostiene. “Es una buena liga, pero le falta la competencia con Venezuela, Dominicana y otros países, para ser mejor”.
El circuito actual data de 1993 y casi todos los jugadores nativos de esa tierra han pasado primero por ese circuito, antes de viajar al Caribe.
Para Dayán Díaz, no faltaría mucho para su nivelación con los torneos del área.
“Que entre a la Confederación de Caribe, eso es lo que le falta”, sostiene. “Es una buena liga, pero le falta la competencia con Venezuela, Dominicana y otros países, para ser mejor”.
Un dato
El primer pelotero latinoamericano en llegar a las Grandes Ligas no nació en Cuba, Venezuela o la República Dominicana. Fue un colombiano, Luis Castro, en 1902
Una cifra:
19
Es el total de jugadores colombianos que han visto acción en la LVBP, desde que el primero, Pedro Miranda, jugó con los Patriotas del Venezuela, en la temporada 1950-1951.