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Los malos fanáticos

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El Emergente
Por Ignacio Serrano

De vez en cuando aparecen falsos aficionados al beisbol. Son malos fanáticos, entendiendo que el término “fanático” suele ser bien visto en la pelota, cuando en su origen alude en realidad un acto irracional.

Esos falsos aficionados, que posiblemente saben poco del juego, protagonizan de tiempo en tiempo episodios como el ocurrido a mediados de semana en el estadio Universitario.

Esta vez pasaron de la agresión verbal a los jugadores, al insulto a los familiares de los peloteros. Es la denuncia de Daniel Mayora y otros en la cueva de la izquierda, que plantaron cara a un grupo de abonados de su propio equipo, los Leones, acusando las groserías y el acoso contra la esposa de Mayora, improperios vertidos delante de los hijos del infielder y familiares de sus compañeros.

Yorvit Torrealba fue el vocero de la posición asumida por el clubhouse. “No me importa lo que piensen los fanáticos”, exclamó. “Respeten”.

Torrealba había sido víctima de un episodio semejante, aunque menos duro que en el caso de Mayora. A comienzos del torneo, con un bajo average, se fue en blanco y cometió un error al campo en un encuentro donde además bateó para tripleplay. Fue abucheado ferozmente en su siguiente turno, después de eso, y las pitas duraron varios días.

El manager Alfredo Pedrique se sintió obligado a intervenir. Le recordó a esa fanaticada descontenta dos aspectos que son parte del ABC beisbolero: la afición ayuda más a su propia causa cuando apoya a sus jugadores en un mal momento, una verdad que vale para todos los deportes; y un buen receptor no tiene que batear, siempre y cuando tenga defensa y sepa conducir el pitcheo.

Torrealba es un catcher defensivo. Hizo larga carrera en las Grandes Ligas precisamente porque pone out a muchos corredores contrarios, bloquea bien y sabe pedir los envíos. Que batee .300 o dé jonrones es un extra que puede ser bienvenido, pero no es imprescindible. Los Tigres ganaron seis coronas en su dinastía, a pesar de que su receptor en ese lapso bateó para .261/.300/.340, con apenas 10 jonrones en casi 1.000 apariciones al plato.

Aquel mascota era Alex Delgado y según el manager Buddy Bailey fue corresponsable directo del dominio aragüeño, por su defensiva y estrecha relación con los monticulistas. ¿Qué importaba si no bateaba?

Quien sabe de pelota también sabe que los tripleplays son un azar. La mayoría de ellos sucede porque se batea duro por la raya de tercera, con hombres en primera y segunda. Eso no es señal de mediocridad. Eso es mala fortuna, y quien no lo sepa, no sabe de beisbol.

“Respeten”, reiteró Torrealba esta semana, a propósito del caso de Mayora. “Nosotros no vamos a la oficina de esa gente a gritarles groserías. Respeten”.

Lo decimos con afecto y dolor: Caracas, en particular, así como los demás equipos y la directiva de la LVBP, en general, son corresponsables de esto que vuelve a pasar. Continúan las muestras de violencia verbal y física en los estadios, sin que las divisas, en este caso los Leones, emprendan una sencilla campaña de conciencia para los fanáticos.

¿Se imaginan un corto video en la pantalla gigante de los estadios, donde los propios peloteros le hablen de esto a sus aficionados, cada día? ¿Se imaginan el Universitario con más aplausos y ningún insulto?

Esa Venezuela también es posible. Pero también necesita del concurso de todos.

Publicado en El Nacional, el lunes 30 de noviembre de 2015.

P.S. A todos los que me han escrito para defender a una persona en particular, a quien al parecer han focalizado como el responsable del caso Mayora: lean bien esta columna. He sido testigo no una, sino muchas veces de los gritos e insultos a jugadores y sus familiares (cualquier referencia a la madre del aludido ya lo es, de entrada); he visto cómo han arrojado vasos y hasta cerveza a jugadores o pilotos desde sus propias tribunas. Quien haya ido a nuestro parque Universitario sabe bien que eso sucede. Y no hablo de este año, hablo de lo que va de siglo, por lo menos, con episodios que van y vienen, a veces más fuertes y a veces menos. Aquí, una vez más, planteo lo que tantas veces he escrito durante años: la necesidad de respetar y aportar cada quien su grano de arena en pro de la convivencia y un mejor país. Quien quiera ver esto como un señalamiento a una persona en particular está en su derecho, pero está errado. No de balde no hablo de una sola persona en especial y dedico dos terceras partes de la columna a otros ejemplos y consideraciones. Quien la lea con un rostro en mente, la lee mal. Pero esa ya no es mi responsabilidad. Yo puedo equivocarme al escribir, no lo niego ni lo negaré nunca. Pero también hay quienes se equivocan al leer.
I.S.

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