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Más pros y contras del nuevo formato

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El Emergente
Por Ignacio Serrano

Que en noviembre haya habido tanto interés, tantos cálculos por parte de aficionados y medios de comunicación; que haya habido fiesta en el diamante, con un equipo sumiéndose en abrazos, es algo que no tiene precedente en la historia moderna de la LVBP.

El nuevo formato tiene pros y contras, como todo en la vida. Desde el domingo venimos analizando los aspectos más resaltantes de las novedosas condiciones de campeonato que dividen la ronda eliminatoria en dos mitades. Hoy evaluamos la vivencia del domingo.

Los Tiburones están en enero. Aunque tengan marca de 0-31 en la segunda mitad, jugarán los playoffs. También estarán los Tigres y el Magallanes, escríbanlo. Ya el análisis que hizo el admirado John Carrillo con el formato mexicano, inspiración y ejemplo del venezolano, probó que el primer lugar asegura matemáticamente ir a postemporada y que allá nunca han quedado por fuera ni el segundo ni el tercer lugar.

Esto ha dado a noviembre una emoción desconocida, un sabor a diciembre que multiplica por dos la recta final.

¿Atenta esto contra los ya clasificados? Algunos creen que sí.

Contra esta idea, una antítesis llama a la calma: inclusive La Guaira necesita jugar duro en lo que queda de torneo, porque avanzar a la semifinal y a la final puede depender de asegurar la ventaja de campo, escoger primero en el draft de sustituciones y, en caso de una derrota en la primera fase, garantizar el seguro de vida que tendrán los mejores perdedores, todo lo cual se definirá por el balance combinado de victorias y derrotas.

Al otro extremo aparece una curiosidad que exige reflexión. El nuevo formato es una balsa arrojada a los Bravos en medio de la mar. Un equipo naufragado tiene la oportunidad de retomar las cosas desde cero. Si consiguen un tercer puesto en la segunda mitad, avanzarán a enero con casi toda seguridad.

Esa fue una de las motivaciones que llevó a cinco divisas a imponer su mayoría en febrero y adoptar este nuevo esquema. Suena justo y equilibrado. Pero hay un bemol, que perjudica claramente a las Águilas, Caribes, Leones y quizás Cardenales: escuadras con seis y ocho triunfos más, tienen ahora apenas un punto o un punto y medio de ventaja sobre esa novena.

¿Es eso justo y equilibrado? A priori, no parece. El beisbol, a diferencia de otros deportes, ha reducido siempre sus diferencias a saber quién ganó más juegos. No cuentan los empates, no cuentan las carreras permitidas ni las anotadas. Sólo los triunfos.

Esa sencilla fórmula es garantía de justicia. Tanto ganas, tanto vales, tanto obtienes. El actual formato acaba de mostrar un rostro que merece ser evaluado por los clubes en febrero, cuando todo termine y llegue el momento de sacar las cuentas: un último lugar con 14 juegos bajo .500 vale tanto como un último lugar con 5 juegos bajo .500, y eso, en el beisbol, va contra la naturaleza misma del juego.

¿Deben mantenerse las dos mitades, y que los mejores en cada una aseguren su clasificación? Hay circuitos de ligas menores que lo aplican, pero sin puntos, y sólo cuando se trata de calendarios largos, de abril a agosto.

¿Deben eliminarse los puntos, aunque eso vaya en contra de quienes terminen en la parte de debajo de la tabla?

El nuevo formato ya está aquí. Toca aprender de sus lecciones.

Publicado en El Nacional, el martes 17 de noviembre de 2015,

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