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Las primeras lecciones del nuevo formato

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El Emergente
Por Ignacio Serrano

El manager Omar López está preocupado. Hace días, sus peloteros debieron dormir en el clubhouse del estadio Alfonso “Chico” Carrasquel, haciendo tiempo en la madrugada, antes de salir de gira, a visitar otras plazas.

El beisbol es un deporte mucho más demandante físicamente de lo que algunos creen. Parece estático en el terreno, pero se disputa todos los días y todos los días se practica bateo, fildeo, se corre y se suelta el brazo.

El trabajo comienza poco después del mediodía, cuando los peloteros acaban de desayunar, y termina cerca de la medianoche, a menudo dentro de un autobús donde se duerme poco y mal, mientras se recorren dos, cuatro, seis horas de carretera.

El caso que cuenta López es excepcional y lo atribuye a la forma en que se elaboró el calendario esta temporada. La necesidad de que todos los equipos tengan 32 encuentros disputados antes del 17 de noviembre ha obligado a cosas así.

En la cueva de las Águilas, días atrás, también había incomodidad. Disputaban un compromiso en el estadio Universitario y debían viajar de inmediato a Margarita, para una serie de cuatro cotejos. Era jueves, y el viernes, después del viaje, tendrían que disputar una doble tanda, porque debían recuperar el tope postergado por lluvia en Maracaibo a comienzos de octubre.

Alfredo Pedrique, manager del Caracas, cree que el calendario debe mejorarse. No está de acuerdo con las pausas que ha tenido su divisa. En la semana final de la primera mitad, por ejemplo, jugó el lunes, descansó el martes, jugó el miércoles, descansó el jueves y jugó el viernes. ¿Cómo se puede enrachar un equipo, si para con tanta frecuencia?, pregunta.

Anzoátegui, cuenta López, tuvo fecha libre todos los lunes y martes de octubre, pero en noviembre sólo cuenta cuatro días sin acción.

Estas anécdotas tienen su origen en el cambio de formato en la LVBP. La creación de dos mitades y la necesidad de que la primera se complete antes del martes ha restado flexibilidad a todos.

El duelo entre las Águilas y los Bravos, por ejemplo, ha podido disputarse en Maracaibo, durante la siguiente visita de los insulares, de ser este campeonato similar a los anteriores. Pero para repartir los puntos, ahora es impretermitible que todos los clubes tengan la misma cantidad de salidas: 32.

¿Es malo el nuevo formato? ¿Hay que condenarlo, debido a estas cosas? No decimos eso. Estamos en un proceso de aprendizaje, en el que se ensaya, se acierta y se yerra. Es lo que decidieron las novenas a comienzos de año.

Este fin de semana vivimos un interés inédito en noviembre: la lucha de cinco escuadras por asegurar la clasificación a los playoffs, con la posibilidad de múltiples empates. Eso parece bueno para el espectáculo.

El balance final debe esperar a enero. Pero habrá que empezar a trabajar en el calendario de la zafra 2016-2017 tan pronto como en febrero. Reducir las pausas excesivas y aligerar la víspera de los viajes.

También es preciso que las próximas condiciones de campeonato definan taxativamente, letra por letra, qué fórmula aplicar en caso de todo tipo de empates en la primera mitad. Eso es mejor que interpretar la fórmula planteada para los empates el día final de la eliminatoria.

Son las primeras lecciones que nos da el nuevo formato.

Publicado en El Nacional, el domingo 15 de noviembre de 2015.

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