El Emergente
Por Ignacio Serrano
Franklin Gutiérrez es un grandeliga excepcional.
Cuando todavía no era figura en las Grandes Ligas, ya había sido señalado por The Fielding Biblecomo uno de los mejores jardineros defensivos del beisbol, concretamente como patrullero derecho.
El Guti pertenecía entonces a los Indios de Cleveland y patrullaba el right, porque el center estaba a buen resguardo, con Grady Sizemore. Su carrera estaba por despegar.
Su mejor momento llegó año siguiente, al ser cambiado a los Marineros de Seattle. Allí mostró aún más la excepcional calidad de su defensa. Quebró el récord de innings consecutivos sin cometer errores en cualquier posición y en cualquier liga. Se llevó su primer Guante de Oro.
Todo hacía prever una larga, brillante carrera. Pero la adversidad que ha debido afrontar el caraqueño también ha sido excepcional.
Gutiérrez sufrió lesiones y enfermedades. Algunos problemas fueron molestos por su recurrencia, pero comunes: percances en la ingle, las corvas, la espalda. Otros fueron insólitamente complejos.
Durante más de un año estuvo sometido a diversos exámenes en las más reputadas instituciones hospitalarias de Estados Unidos, sin que pudiera saberse la razón por la que estaba cada vez más delgado, más débil; por qué toda comida le sentaba mal.
Cuando por fin le diagnosticaron el síndrome del Colón irritable y comenzó tratamiento, fue víctima de severisímos dolores de cabeza que le tuvieron hospitalizado.
Finalmente, cuando se disponía a recuperar su carrera, en febrero de 2014, recibió una tremenda noticia respecto a una nueva condición: sufría espondilosis anquilosante, una suerte de degeneración en los cartílagos y ligamentos, especialmente en la columna.
¿Cuantos grandeligas han debido sortear todos estos obstáculos, una vez llegados a lo más alto?
En el cenit del infortunio, el capitalino tomó una decisión excepcional: renunció a su contrato garantizado de un millón de dólares, porque ya los médicos le habían advertido que debía someterse a tratamiento de inmediato y que existía el riesgo de no jugar profesionalmente jamás.
El Guti tenía el derecho de pedir que le pagaran el salario acordado. En cambio, en un insólito gesto de honestidad, renunció a los Marineros y al millón de dólares.
Esta compleja historia que aún no termina, tuvo un capítulo feliz cuando este año Gutiérrez volvió a probar fortuna, convidado por Seattle.
No sólo jugó. Ligó consistentemente en triple A y se ganó un ascenso. Y ya en las mayores, en la segunda mitad de campeonato, tuvo un desempeño brutal.
El toletero derecho bateó para .292/.354/.632. Sacudió un jonrón cada 11,4 apariciones en el plato, al más puro estilo de Babe Ruth. Empujó 35 carreras en 59 juegos.
Un agente libre así debería estar en capacidad de exigir el oro y el moro. Pero el Guti es un caso excepcional. No está claro que su condición le permita jugar en el center o alinear todos los días. Incluso, no queda claro que 2016 pueda ser un año libre de problemas.
A Gutiérrez le tocará ir al spring training, trabajar duro y esperar que no haya recaídas. Ya sabe con quién será, tras firmar la noche de este miércoles con los Marineros.
No hay organización que le conozca mejor. Y en medio de la incertidumbre, Seattle parece tener también una deuda de honor con el caraqueño.
Publicado en El Nacional, el jueves 12 de noviembre de 2015. Actualizado con la firma del jugador.