El Emergente
Por Ignacio Serrano
Salvador Pérez no solo fue el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial. Su manager Ned Yost, sus compañeros y hasta el gerente general Dayton Moore proclaman su valor, aporte y liderazgo.
Pocos peloteros, y esto es una paradoja, han costado menos dinero a los Reales.
Su salto al profesional se produjo por 65.000 dólares. No es un mal bono, pero tampoco se compara con las grandes firmas del 2 de julio.
Moore recordó esta semana los motivos de aquel discreto acuerdo: su potente brazo, su juego de pies detrás del home causaban entusiasmo; su bate estaba por desarrollarse y su tamaño causaba aprehensión, porque no muchas veces evoluciona para bien un catcher tan alto.
Luego vino el ascenso a las Grandes Ligas, cuando su madurez en las menores le empujaba a graduarse antes de tiempo, y la gran decisión del alto mando de los monarcas, que amarraron al careta por largo término, arriesgando un dinero que hoy parece irrisoriamente escaso.
¿Qué debe decir un novato en su primer año si un equipo le garantiza 7 millones de dólares para los próximos cinco campeonatos? El carabobeño hizo lo debido: tomar la oferta y firmar. Lo lógico era pensar que un catcher no gana eso antes de cumplir 25 años de edad. La historia lo demuestra.
Claro que Pérez no es cualquier receptor. A los 25, está a punto de ganar su tercer Guante de Oro, ha ido a tres juegos de estrellas y acaudilló a su novena en dos series mundiales. Por todo eso, ganó 1,75 millones de dólares en 2015, ganará 2 millones en 2016 y Kansas City puede ejercer opciones por 3,75 millones en 2017, 5 millones en 2018 y 6 millones en 2019.
El valor total de ese acuerdo es de 21,75 millones de dólares por ocho campañas. Omar Infante recibe 30 millones por cuatro torneos.
¿Cambiará eso? Pérez sabe que no puede exigir nada. Por eso su petición de hace dos meses, apelando al corazón de Moore y de David Glass, el dueño de los monarcas.
El nativo de Valencia pidió que su escuadra considerara renegociar el pacto. Recordó que, al firmar, era un joven veinteañero, para quien la sola idea de recibir 7 millones de dólares, de golpe o en partes, representaba un sueño cumplido, la superación de todas las metas.
Esa cifra es lo que hoy debería recibir el toletero derecho anualmente, por trazar un mínimo. Y si se lanzara al mercado de agentes libres, duplicaría la cantidad.
El punto es que en el beisbol, como en la vida, todo depende del momento en que se negocia. Y en este momento, los Reales no tienen por qué aceptar la propuesta del jugador. Hay un contrato. Nadie obligó a nadie. ¿Por qué renegociar?
Pérez piensa que renegociar sería un acto de justicia. No le falta razón. Pero volvemos al inicio: cumplir con lo firmado por él mismo también es un acto de justicia.
Kansas City pudiera premiar el aporte del careta, a sabiendas de que, si no, pagará por ello en 2020, viéndole irse como agente libre. Como Pablo Sandoval de San Francisco.
De ocurrir una nueva oferta, y no es seguro que llegue, vendrá con una petición adicional. Por ejemplo, alargar el contrato hasta 2025, a un precio manejable para la novena.
¿Pasará? Ya veremos. De todos modos, Pérez demostró algo que hoy parece irrebatible: como líder de los Reales, su aporte no tiene precio.
Publicado en El Nacional, el miércoles 4 de noviembre de 2015.