El Emergente
Por Ignacio Serrano
La primera expresión que escuchamos sobre estos Mets que van a la Serie Mundial fue, por supuesto, aquella que los relaciona con sus antecesores de 1969.
“Ganaron los Milagrosos Mets”.
¿Milagrosos? ¿De veras?
Aquellos de 1969 lo fueron. Es verdad, contaban con lanzadores importantes, como un jovencísimo Tom Seaver, Tug McGraw, Jerry Koosman y el recluta del grupo, Nolan Ryan. Pero la alineación estaba compuesta por peloteros que, usualmente, serían segundos en otros clubes.
No tenían a un solo venezolano. Hoy tienen a Wilmer Flores. Y ninguno de sus peloteros de posición ha dejado huella en las mayores, como no sea la huella que dejó un pelotazo en el zapato de Cleon Jones.
Es un episodio célebre de ese tiempo. Jones recibió el bolazo en un pie y el umpire decretó bola. El jardinero protestó. El árbitro se rehusó a darle la razón. No había repeticiones de TV por ese tiempo. Pero el bateador era tan aseado, tan perfeccionista, que dijo: “Revisen la pelota. Seguro tiene betún”.
Jones nunca salía al campo sin lustrar sus zapatos. Y la bola, en efecto, tenía una mancha negra. Milagro, le dieron la primera base.
Esa anécdota inmortalizó al toletero derecho, que nunca más fue protagonista. Pero en ese 1969 bateó para .340/.422/.482. Brillante.
¿Se parecen estos Mets a aquellos de hace 46 años? Poco, en realidad. Al menos, uno espera que varios integrantes del actual lineup consigan un mejor lugar en la historia.
Los de entonces no hicieron mayor cosa, salvo sorprender al beisbol, con esa corona en 1969. Después, no mucho.
Este era el equipo: Jerry Grote (catcher), Ed Kranepool (primera base), Ken Boswell (segunda base), Wayne Garrett (tercera base), Bud Harrelson (shortstop), Jones (left), Tommy Agee (center) y Ron Swoboda (center).
¿Cuántos de ellos trascendieron? ¿Acaso Agee? ¿Harrelson?
Fueron milagrosos, ciertamente, porque, salvo algunos monticulistas, el grueso de sus integrantes fueron peloteros discretos, como discretos fueron los años que vinieron después, con la excepción de 1973.
Estos no son milagrosos. Han cimentado su éxito sobre la base de varios peloteros de reconocido desempeño: el capitán David Wright, por ejemplo, y Curtis Granderson, Daniel Murphy, Travis d’Arnaud y algunas piezas que son parte del rompecabezas a corto plazo, como Flores y Lucas Duda.
¿Milagro? Nada que ver. Sobre todo, porque el cuerpo de lanzadores de los neoyorquinos es un grupo brillante, que depara un futuro excepcional a los metropolitanos.
Matt Harvey, Jacob deGrom, Noah Syndergaard, Steven Matz, Jon Niese y Dillon Gee suman más de los cinco abridores que necesita cualquier elenco. Bartolo Colón ha sido un bienvenido agregado. Jeurys Familia, el perfecto cerrador.
Este de hoy no es un milagro. Su reinado en el este de la Liga Nacional, superando a los Nacionales y luego a otros aspirantes en los playoffs, fue la respuesta de la balanceada divisa que desbancó a Washington y liquidó luego a los Cachorros.
No son milagrosos. Por el contrario, son una divisa construida desde abajo por un ejecutivo, Sandy Alderson, que ha sabido combinar la tradición con el nuevo análisis, desarrollando una nueva generación de monticulistas propios que desafía los favoritismos que otros tenían durante el spring training.
¿Milagrosos? No. Un equipo bien armado. Cuidado.
Publicado en El Nacional, el sábado 24 de octubre de 2015.