El Emergente
Por Ignacio Serrano
Ya casi nadie habla de eso. Pero el nuevo análisis del juego, eso que peyorativamente llaman sabermetría y que alguna vez fue bautizado como Moneyball, está más vivo que nunca en los playoffs de las Grandes Ligas.
Cayeron los Piratas y los Astros, equipos inspirados en la ya no tan novedosa filosofía beisbolera. Pero tres de los cuatro equipos sobrevivientes son claros simpatizantes de los métodos que popularizó Billy Beane con los Atléticos y que luego fueron puestos en práctica por muchas otras divisas.
Azulejos, Cachorros y Mets son activos y entusiastas usuarios del nuevo análisis. De hecho, ese duelo que comenzó ayer en la Liga Nacional tiene un condimento adicional: enfrenta al maestro de Beane, Sandy Alderson, gerente general de los metropolitanos, con su más célebre sucesor, Theo Epstein, presidente ejecutivo de los oseznos.
Alderson fue gerente general de Oakland cuando Beane dio sus primeros pasos en las oficinas, terminada su frustrada carrera como pelotero. El veterano directivo, arquitecto de la divisa verde y blanca en los años 90, fue el primero en bucear en los números desde un punto de vista no convencional, antes de tomar decisiones.
(El primero, claro, desde la creación en 1971 de la SABR, la sociedad que le da nombre al movimiento; no olvidemos que ya Branch Rickey lo hacía con sus Dodgers en los años 40.)
Alderson era un prominente empleado de MLB cuando le fue ofrecido el cargo en los Mets. Desde entonces, trabajó para convertir una escuadra perdedora, con un sistema de ligas menores necesitado de nueva estructura, cuya visión pasaba por grandes adquisiciones de nombres sonoros, más que por el estudio y el desarrollo paso a paso de un club competitivo alargo plazo.
No es azaroso que los cuatro clasificados a las series de campeonato sean elencos con tan bajo presupuesto. No es casual que los neoyorquinos hayan edificado su edición 2015 sobre tan talentoso pitcheo, salido mayoritariamente de sus granjas.
Epstein ya acabó con una maldición, la de Babe Ruth en Boston, y está en busca de liquidar una segunda, la de la cabra en Chicago. Fue una sensación como jovencísimo gerente general de los Medias Rojas, equipo al que llegó precisamente porque Beane decidió quedarse en Oakland.
A Beane lo querían los patirrojos, cuando el apogeo de Moneyball, pero los Atléticos lograron retenerlo, al ofrecerle ser copropietario del club y no sólo gerente general. Entonces, para compensar a los bostonianos, les sugirió como sustituto a quien finalmente cambió el destino de esa franquicia y ahora intenta lo propio en la Ciudad de los Vientos.
La última y decisiva adquisición de Epstein fue Joe Maddon, el pintoresco e inteligente manager venido de otra divisa con inclinación por el nuevo análisis en el beisbol, los Rays.
Maddon merece columnas dedicadas a él solo. Es un piloto distinto, que apela a cualquier fórmula para unir al grupo y sacar lo mejor de sus peloteros, bien sea contratando a un mago para que relaje el clubhouse o aplicando la formación defensiva hasta el exceso, una práctica que hizo célebre en Tampa Bay y que hoy es común en la gran carpa.
Beane y sus Atléticos quedaron fuera esta vez, tras varias temporadas en los playoffs. Pero allí está presente otra vez, en el duelo entre los Cachorros y los Mets.
Publicado en El Nacional, el domingo 18 de octubre de 2015.