El Emergente
Por Ignacio Serrano
¿Cuántos de nosotros, aficionados y periodistas, aseguramos que los Astros avanzarían a la postemporada?
Algo se estaba cociendo en Houston y era fácil notarlo. José Altuve adquirió estatura de estrella en 2014. Dallas Keuchel logró un resumen de estadísticas digno de un aspirante a convertirse en as. Luke Gregerson llegó con una impecable hoja de servicios como setup y eventual cerrador.
Aun así, y a sabiendas de que esta iba a ser una mejor campaña, ¿cuántos levantaron la mano para aseverar en marzo que los texanos estarían en los playoffs, por encima de los Atléticos, los Ángeles y a pesar de los Rangers?
Altuve lució desconsolado con la eliminación, el miércoles, tras caer ante los Azulejos. Es lógico. Nadie celebra su expulsión del paraíso, ni siquiera ante el recuerdo de que por llegar a las puertas de parnaso logró dejar atrás infiernos y purgatorios.
Esta de 2015 ha sido una campaña brillante para los siderales. Y ese equipo ha sido, junto con los Cachorros, la historia fresca y feliz de la zafra. Como ocurrió en 2014 con los Reales. Como pasó hace dos años con los Piratas. Como sucedió en 2009 con los Rays.
Pasa a menudo. Escuadras que vienen preparando el asalto y toman a los demás por sorpresa, quizás porque adelantaron un poco el proceso o porque nadie los vio venir.
Los Astros son un equipo cuidadosamente construido, más allá de tantas cosas que se dijeron sobre sus últimos lugares como estrategia para elegir a los mejores prospectos en cada draft.
Gracias a aquellos sótanos llegó Carlos Correa, ciertamente. El novato sensación hizo un aporte decisivo y apunta al súper estrellato. Pero esta novena es más que eso.
Jeff Luhnow, el ejecutivo menospreciado en San Luis, trazó un plan que se ha cumplido. En junio de 2014, Sports Illustrateddedicó su portada a eso, con una colorida foto de George Springer y este sugerente titular: “Tus campeones de la Serie Mundial 2017”.
Este año pudo ser, a contra corriente. Pero el solo hecho de estar peleando en octubre ya es motivo de celebración. Igual les quedan dos años para hacer realidad la apuesta de la prestigiosa publicación.
Luhnow trabajó en el área de desarrollo de peloteros. Así fue que conoció a varios ejecutivos venezolanos, por sus lazos con la firma de peloteros aquí. Salió de los Cardenales sin fiesta de despedida. Para muchos, era visto como el amigo del dueño, puesto allí por capricho del propietario y no por propio talento.
El mexicano (porque sí, nació en México, de padres estadounidenses, y habla un fluido castellano) maneja con soltura las dos áreas. A su pasado por el desarrollo de jugadores une su gusto por el nuevo análisis del beisbol y las herramientas que ofrece la sabermetría.
Houston se llenó de aporreadores, capaces de anotar una carrera con sólo un swing. Vio crecer a Keuchel y Altuve. Rediseñó la forma de lanzar de Collin McHugh, hasta convertirlo en figura. Buscó relevistas que cambiaran la faz del bullpen, sea que tuviera que emplear a un relevista en el sexto o en el noveno tramo.
Quedan asignaturas pendientes. Todavía necesitan mejorar aspectos, como el promedio de embasado colectivo. Pero la granja de nuevo palpita talento y han vuelto a competir.
Que Altuve no esté triste. Este será el primero de varios años estupendos.
Publicado en El Nacional, el sábado 17 de octubre de 2015.