El Emergente
Por Ignacio Serrano
Ya Félix Hernández dejó saber su sentencia: 2015 no fue un buen año. Queda inconforme. Le faltó consistencia.
Tiene razón. A un pitcher con ese historial, hay que pedirle siempre cosechas dignas del Cy Young.
En 2014 era el favorito para llevarse el galardón hasta la última semana. Columnistas y reporteros afirmaron que decidieron votar por Corey Kluber después de la última salida de ambos, que marcó una ligerísima diferencia.
El Rey cierra este torneo muy retirado en departamentos en los que usualmente figura entre los mejores, como efectividad, total de ponches, WHIP, relación de abanicados por boletos y otras estadísticas de dominio.
¿Pero fue un mal año? ¿Realmente?
De por vida tiene 3.11 de efectividad y cerró 2015 con 3.53, ciertamente lejos.
Hay matices, sin embargo. Lanzó sobre 200 entradas por octava campaña consecutiva. Hizo 31 aperturas, para llegar a 10 temporadas seguidas sobre 30. Promedió 8,5 ponches por cada nueve episodios, exactamente la media de su carrera. Permitió un hit por inning, igual que su promedio histórico. Es líder de la Liga Americana con dos blanqueos.
Claro que hay motivos para alzar una ceja. Los 23 jonrones recibidos igualan un tope personal. Sus 2,6 bases por bolas por cada nueve tramos es la mayor cifra desde 2011. La relación de 3,29 abanicados por cada pasaporte es la menos lustrosa desde 2009. La rata de un cuadrangular por cada nueve episodios es la peor desde 2006, su primer campeonato completo.
Sí, hay números que preocupan y pide una corrección. Pero hay otros que son comparables a tantas otras veces.
¿El peor año de su carrera? No, no lo es. Su peor justa es la de 2006. Esta es semejante a las de 2007, 2008 y 2011. Vayan a Baseball Reference y comparen.
Eso no alivia la pena ni reduce la autocrítica que esta semana leímos y escuchamos. Hernández está insatisfecho y tiene razones. Pero también tiene 29 años de edad. Es joven. Esto no es el principio del fin, necesariamente.
Claro que hay razones para preocuparse. Sus pitcheos no cayeron sobre las esquinas del plato con la precisión quirúrgica de antaño. Demasiado a menudo tuvo que venir por el medio, al estar atrás en la cuenta. No hay modo de acostumbrarse a un Rey Félix que entrega cuatro o hasta cinco transferencia por partido.
Allí está la clave del trabajo que le viene. No hay que temer lo peor. Sufrió un bajón, equivalente a otros bajones que él mismo ha vivido.
Queda ver qué hará para rebotar y regresar al sitial estelar que acostumbra. Queda, pues, esperar por 2016.
Publicado en El Nacional, el viernes 2 de octubre de 2015.