El Emergente
La historia empezó mal. Quizás se puso demasiada presión sobre los hombros con sus declaraciones de febrero. Por primera vez, no contó con los periodistas como aliados ni con los fanáticos como cómplices, tal vez por eso mismo.
Publicado en El Nacional, el martes 29 de septiembre de 2015.
Por Ignacio Serrano
La temporada terminó para Pablo Sandoval del mismo modo que comenzó: inesperadamente, con episodios para el olvido.
El Panda no jugará más este año. La neumonía llegó en el peor momento, a dos semanas de finalizar el campeonato. Ya no daba tiempo para tenerle saludable en el terreno antes del último out de los Medias Rojas en 2015.
Boston le envió a reposar, a convalecer, al descanso reparador. Mil cosas pasarán de seguro por su cabeza, mientras se recupera y alista su segunda zafra con los patirrojos.
Sandoval cambió de uniforme porque deseaba nuevos retos. En una entrevista, hace seis o siete meses, explicó que siempre había sido aficionado de los Medias Rojas y que, al final, esa había sido la motivación más importante para dejar a los Gigantes.
Esa justificación, tan fácil de entender, llegó tarde, lamentablemente. Hoy todavía muchos recuerdan sus primeras palabras, aquellas en las que fustigó a la gerencia de San Francisco por no haberle respetado, mientras él esperaba una extensión contractual en 2013 o comienzos de 2014. También flotan en un aire espeso las frases que vertió sobre sus ex compañeros.
Eso y la foto en bermudas, recién reportado a los entrenamientos primaverales en Florida. Y la nueva discusión sobre su peso corporal. Y el profundo slump con que comenzó la justa, especialmente cuando le tocó batear a la derecha.
Un annus horribilis, habría dicho la reina Isabel II de Inglaterra.
La prensa de la costa oeste criticó sus expresiones sobre sus ex compañeros. La prensa de la costa cuestionó su preparación física. Fue tema de pública discusión si debería dejar de ser ambidiestro y dedicarse a batear exclusivamente a la zurda. Su defensiva, tan respetada en la Liga Nacional, se convirtió en asunto de polémica en la Americana.
Lesiones, malas caras, enfermedades, sequías, pocos jonrones, pocas empujadas y bajos promedios. Un coctel intragable.
No tiene caso preguntarse si se equivocó él, al dejar la bahía de San Francisco, o si se equivocaron los Medias Rojas, al ir tras él en el mercado de agentes libres.
Boston no tiene mucha opción, más que volver a apostarle. No van a despedirlo, cuando le deben todavía más de 75 millones de dólares, y muy difícilmente podrán cambiarlo, pues ¿quién ofrecerá algo de valor, después de verle caer así?
Así que el equipo sólo puede tratar de planificar un retorno en grande. Una vuelta a la forma y producción que llevó a ofrecerle tan rico contrato.
El Panda podría plantearse una revisión de su decisión. Tampoco le servirá de mucho. Pudiera aceptar que no habría tenido tanto escrutinio en San Francisco, donde era amado por el público. Pero también es cierto que la gerencia de aquella novena sólo le ofreció un buen contrato multianual cuando aparecieron los bostonianos. Además, lo hecho, hecho está.
La historia empezó mal. Quizás se puso demasiada presión sobre los hombros con sus declaraciones de febrero. Por primera vez, no contó con los periodistas como aliados ni con los fanáticos como cómplices, tal vez por eso mismo.
Será un largo invierno boreal para Sandoval. Posiblemente sea tan largo como el de 2010, cuando tuvo que trabajar el doble para recuperar la confianza perdida durante aquella postemporada en la que otro slump y parecidas críticas le dejaron en la banca durante la Serie Mundial.
Va a necesitar esforzarse como entonces para demostrar que sí puede con el reto. Todavía es joven, a sus 29 años de edad. Pero tiene una temporada menos para demostrar que vale lo que él piensa que vale.
Publicado en El Nacional, el martes 29 de septiembre de 2015.