El Emergente
Por Ignacio Serrano
Hace tres años fue una fiesta. Todos saltaron y gritaron con emoción en el diamante, porque los Piratas habían asegurado su pase a los playoffs por primera vez en dos décadas.
El miércoles fue casi un juego más. Andrew McCutchen abrió los brazos en gesto teatral y luego posó socarronamente con dos de sus compañeros, en el jardín central. No hubo abrazos, no hubo tumultos. Sonrisas y palmas, pero poco más.
Es radical el cambio que ha vivido Pittsburgh, alguna vez la franquicia que acumuló más años seguidos con récord negativo en el deporte profesional norteamericano.
Ganar tiene ese efecto. El manager Carlos García planteó a sus dirigidos, el lunes, que el objetivo mínimo del Magallanes tiene que ser la final. Cualquier cosa menos que eso, dijo, es inaceptable.
Los dirigidos por Clint Hurdle pensarán así. Lo de 2013 fue una fiesta muy esperada. Lo de 2014 fue la ratificación del buen camino. Lo de 2015 es un reto. Porque el desafío ya no es avanzar a la postemporada, sino la Serie Mundial.
Los bucaneros siguen siendo una historia ejemplarizante, un cuento refrescante para todos en el beisbol, en cualquier latitud.
Hurdle sigue al frente de un equipo modesto, de mercado pequeño. No hubo grandes inversiones ni se contrataron sonoros agentes libres para avanzar aquella primera vez. No los ha habido después.
Los Piratas todavía son una divisa discreta, que junta suma más que el valor individual de sus partes.
Sí, McCutchen es uno de los principales astros emergentes, Pedro Álvarez sigue teniendo etiqueta potencial de súper figura y Gerrit Cole ya desplazó al veterano A.J. Burnett como legítimo as de la nave. Pero estos no son los Yanquis, los Medias Rojas o los Azulejos.
La revolución de Pittsburgh es, en realidad, la revolución de la humildad, y hermana a esa franquicia con otras divisas como Oakland o Tampa Bay, que han recibido más publicidad y atención de los medios de comunicación.
Es la revolución del buen beisbol y el sentido común.
Es célebre el momento en que esta historia comenzó. El gerente general Neil Huntington y Hurdle se reunieron en el rancho del ejecutivo, a finales de 2012, y Huntington puso sobre la mesa una realidad brutal: no hay dinero para nuevos jugadores, ¿qué queda probar para salir de perdedores?
Quedaba el nuevo análisis, eso que a menudo se llama sabermetría de un modo peyorativo, y cuya mezcla con la tradición cambió el rumbo de los filibusteros.
Los Piratas aplican como pocos el ajuste defensivo según la tendencia de los bateadores rivales. Han puesto a sus pitchers a depender de la recta de dos costuras y otros envíos que fuerzan roletazos. Predican hasta el exceso la necesidad de cumplir con los fundamentos.
No hacen falta las súper estrellas cuando todos cumplen con tarea. Y la ayuda del nuevo análisis hace parecer mejores a los lanzadores, más eficaces a los defensores y más peligrosos a los toleteros.
¿Puede aplicarse esto en el Caribe? Las temporadas invernales son más cortas, pero sí, se puede. Omar Malavé tiene años haciéndolo.
“Es algo que funciona, y si no lo uso, estoy dejando de aprovechar una ventaja que puede ayudar a mi equipo”, dice Malavé.
Los Piratas no celebraron. Aspiran a más. Y su logro es combinar la tradición con lo nuevo. Es el triunfo de la modernidad.
Publicado e El Nacional, el viernes 25 de septiembre de 2015.