El Emergente
Publicado en El Nacional, el viernes 18 de septiembre de 2015.
Por Ignacio Serrano
Los equipos ya respondieron la pregunta. Dijeron no, en la consulta realizada este jueves. Era necesario aprobar por unanimidad una medida así y varios equipos mostraron reparos.
Hay buenas razones para admitir que un décimo importado podría convertirse en una necesidad.
¿Van a jugar todos los grandeligas venezolanos? Ya lo comentamos en una columna anterior: la debilidad del bolívar, el hecho de que muchos de ellos tengan casa en Estados Unidos y la inseguridad personal posiblemente influyan en la decisión de muchos.
Ojo, no es criticable aquel que se abstenga de jugar en la LVBP en tales circunstancias. ¿Qué puede ganar un pelotero cuyos hijos viven y estudian en Florida, por ejemplo, si reciben su sueldo acá en una moneda no convertible, cuyo valor real está muy lejos del inaccesible mercado oficial?
Contra esto hay un buen argumento: Venezuela cuenta con unos 1.200 jugadores profesionales y alrededor de 900, quizás un poco más, pertenecen a los ocho equipos del circuito local.
Hay material suficiente como para emprender el campeonato 2015-2016 con menos importados. Incluso, para regresar a la vieja cuota de ocho extranjeros. A lo cual se contrapone otro argumento: sí, pero ¿qué nivel tienen?
El grueso de esos profesionales milita en torneos de desarrollo, desde la Venezuelan Summer League hasta clase A avanzada. ¿Están en capacidad de ser protagonistas y realzar el nivel de juego de la LVBP ?
La mayoría no, posiblemente. Pero hay señales que hablan en sentido contrario.
Van 16 peloteros que han debutado primero en las Grandes Ligas y luego en el beisbol nativo, desde el nacimiento del pasatiempo nacional, en 1946. Todos lo han hecho en el siglo 21, y casi la mitad, siete, lo han hecho a partir de 2014.
Es sugerente que tantos jóvenes hayan visto acción en las mayores antes que en su país. A algunos les pasó por las limitaciones impuestas en el norte, como el pitcher Eduardo Rodríguez. A otros no se les dio la oportunidad o simplemente no la buscaron, como Dixon Machado, Yorman Rodríguez o Ronald Torreyes.
Todo esto nos lleva a otro punto: ¿son superiores a los nativos esos importados que pueden venir en su sustitución? En los tiempos en que se imponían cuotas de venezolanos, hace tres o cuatro décadas, los forasteros se llamaban Dave Parker, Don Baylor o Pete Rose, verdaderos bigleaguers. ¿Quiénes vienen hoy?
Caracas trae a cuatro abridores y todos vienen de una liga independiente. Trae cuatro bateadores, y uno de ellos procede de México y otro de un circuito sin filiación.
¿Son mejores esos extranjeros que un nativo con roce en clase A avanzada o doble A? Es un tema discutible. Cuentan con preciosa experiencia, que puede marcar diferencia, pero por algo están en la Liga del Atlántico y no en triple A.
Lara ha asegurado a nueve refuerzos y cinco de ellos son cubanos o brasileros. Es otro modo de asegurarse que la importación se reportará, sin condicionamientos ni miedo escénico.
Entonces, ¿vale la pena aumentar la cuota e invertir unos 10.000 dólares más al mes en ese décimo extranjero? Los equipos dijeron que no. Y posiblemente sea más provechoso tratar de cubrir las posibles ausencias con la profundidad que cada roster tenga.